martes, 26 de junio de 2012

JG
Una historia real de la vida misma
PRIMERA PARTE
CAPÍTULO 3

Habían pasado ya muchos meses cuando al encontrarse con sus amigos correteando por las calles de su barrio tropezó con uno de tantos borrachos barbados y piojosos, que abundaban en las esquinas de aquella zona en horas que la tarde caía, al voltear y mirar al individuo pudo darse cuenta que se trataba de su progenitor, quien dormido profundamente y apestando a licor impresiono de sobremanera al niño, quien agarro y pego una veloz corrida hasta su departamento y gritando ingreso diciéndole a su madre lo que le había pasado.

La madre de JG ya había sido avisada de que aquel individuo había vuelto por el barrio. No había permanecido mucho tiempo en prisión y había sido muy probablemente el autor del crimen de aquel amigo que JG recordaba. Ya había alistado sus bolsas y maletas, para escapar esta vez de la posibilidad de sufrir un nuevo maltrato, de esta manera se dirigieron a la casa de los abuelos donde permanecieron el tiempo necesario para tratar de encontrar un mejor lugar donde vivir. Bajo ese seno familiar nació la menor de la familia, a quien no dudaron en llamar Esperanza.

Pasaron los años, en los continuos traslados de la familia de JG de la Victoria a Miraflores y viceversa, entre el susto de poder encontrarse con aquel hombre y las mil y un penurias que se sucedieron en el seno de esa partida familia. JG cursaba ya el último año de secundaria, era un joven de una personalidad muy singular, sumamente extrovertido, atrevido insolente y petulante, no se le conoció enamorada y más bien trataba de mostrarse como muy vivo y valiente frente a sus amigos, en las discusiones no dejaba de ser picón y peor aun hiriente a no más con el rival de turno así se tratase de su mejor amigo, en más de una oportunidad dejo llorando a más de uno de su collera siendo de lo más cruel y vulgar sin importar de quien se tratase. Así no dejaba de aparentar cierto desdén a las chicas que consideraba seres inferiores e inmerecedoras de su interés, apenas para él eran unas miserables cholas, negras de m…, o unas serranas pezuñentas. Todo esto en apariencia porque en el fondo bien que se moría por lograr la atención de alguna de ellas que le podía agradar.

Su madre le había metido en la cabeza desde muy temprano el anhelo de llegar a ser todo un doctor en medicina, y él le agarró el gusto y el deseo por llegar a estudiar tal carrera. Mas era consciente de lo muy difícil que podía resultarle, ya no tanto por lo económico, porque bien había aprendido en todos esos años a recursearse de una u otra manera; y más aun con el apoyo de sus abuelos y tíos que había sido importante para él y sus dos hermanos, confiaba que por ese lado la cosa era manejable. El mayor acababa de viajar con uno de los hermanos de su mamá a Australia y allí ya se encontraba laborando y ganando buen billete; mientras el otro estudiaba administración en un prestigioso instituto de aquellos años, a la par que trabajaba en las mañanas atendiendo en la ventanilla de un importante banco de la capital. Su hermanita ya cursaba el primer año de primaria y bajo el cuidado de sus tíos y abuelos casi nunca llego a ver a su progenitor.

Para JG el problema era cuestión de capacidad y actitud. No era de leer mucho, estaba a punto de reprobar trigonometría y química, y esa dificultad era evidente que bloqueaba la posibilidad de lograr los sueños de él y de su madre, quien no dudo un instante en acudir al colegio a convencer a como dé lugar a los profesores para que le brinden a JG las oportunidades necesarias para poder aprobar las materias, lo que consiguió luego de muchos ruegos e insistencias, lonchesitos, almuerzos, regalitos, hasta saliditas por las noches a pasear en forma alternada con los maestros en referencia, dejando en todos estos momentos un recuerdo cariñoso de su inmenso agradecimiento.

JG a flor de sus 16 años, no era muy dedicado a los estudios, era un afanoso jovenzuelo orgulloso de su raza blanca, se sentía más atraído por aquel entonces en salir a las fiestas, jugar pelota, practicar artes marciales y por supuesto vestir bien. Pero en verdad era poco lo que estudiaba y eso preocupaba y no dejaba dormir a su abnegada madre, que en sus ratos de silencio y privacidad lloraba y pedía a Dios que iluminase a JG para lograr su ingreso a la universidad, de lo cual él se sentía confiado que así iba a ser.

(mañana continúa esta historia)

Dr. Joe 90

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