sábado, 22 de agosto de 2009

UN REENCUENTRO INESPERADO
Hace algunos días, retornó inesperadamente a mis manos un viejo libro que leí cuando tenía 19 años, se trata de la 3ra. Ed. de las “Poesías Completas de Javier Heraud” de la editora Campodónico-ediciones; fue de golpe una situación un poco extraña, quizás como reencontrarse con un amigo que desde hace 29 años no has visto y al cruzar una calle cualquiera te lo encuentras frente a frente y solo atinas, ante la sorpresa, a sonreír y darle un abrazo antes del interrogatorio de rigor.

Y es que cuando el recuerdo deja de ser tal y lo tienes ahí entre tus manos y ante tus ojos se generan un cúmulo de sensaciones inenarrables; primero volver a sentir el peso del libro, luego observar detalles de la portada descolorida por el tiempo y después pasear los dedos por las amarillentas hojas, algunas de ellas descompaginadas y que continúan, incólumes, sosteniendo los versos de fuego del “Poeta Joven” que cambió sus versos de papel por la suerte de los pueblos siendo asesinado en ese afán altruista.

Espontáneamente, casi sin darme cuenta, mis ojos recorrieron nuevamente verso tras verso, poema tras poema y me detuve bruscamente en tres versos de su poemario “El Viaje” escrito en 1961 -año en el que yo nacía- correspondiente al poema “Epílogo”:
Sólo soy
un hombre triste
que agota sus palabras

Y me puse a pensar por qué razón un joven de 19 años puede acumular tanta pasión en su corazón para que se le agoten las palabras y dos años después entregue su vida por ideales de justicia social, de pan y belleza para todos; ahora, a la distancia del tiempo, a veces me invade el temor de también agotar mis palabras, de no tener qué decir y se que ese momento llegará cuando sea el tiempo de morir, por eso es muy importante mantenerse vivo, buscar incesantemente la vida y esto me recuerda cuando un día mi amiga Felipa me dijo “es un deber mantenerse vivo aunque eso nos cueste la vida” y he descubierto que la mejor forma de hacerlo es conservando vivo al niño que llevamos dentro y por lo cual hoy estoy muy agradecido con todos ustedes, amigos de la promoción, que siempre me hacen sentir que todavía -y felizmente- para algunas cosas no he crecido todavía.
Javier Heraud no tuvo esa oportunidad, no le dieron tiempo y lo asesinaron siendo un joven que apenas abandonaba la adolescencia a los 21 años, podemos discrepar de su ideología, de su proyecto social, de la forma de sus acciones, pero nadie, ni siquiera los matadores de hombres y de sueños, jamás podrán soslayar la calidad humana que lo arrancó de la comodidad miraflorina hasta las agrestes selvas de Madre de Dios para intentar cambiar, a su manera, una realidad de explotación y enajenación que hasta hoy se prolonga.

Léase con cuidado los siguientes versos del poema Elegía en el cual prácticamente Heraud describe premonitoriamente el escenario de su muerte:

“Elegía

Tú quisiste descansar
en tierra muerta y en olvido.
Creías poder vivir solo
en el mar, o en los montes.
luego supiste que la vida
es soledad entre los hombre
y soledad entre los valles.
Que los días que circulaban
en tu pecho sólo eran muestras
de dolor entre tu llanto. Pobre
amigo. No sabías nada ni llorabas nada.

Yo nunca me río
de la muerte.
Simplemente
sucede que
no tengo
miedo
de
morir
entre
pájaros y árboles.
Yo no me río de la muerte.
Pero a veces tengo sed
y pido un poco de vida,
a veces tengo sed y pregunto
diariamente, y como siempre
sucede que no hallo respuestas
sino un carcajada profunda
y negra. Ya lo dije, nunca
suelo reír de la muerte,
pero sí conozco su blanco
rostro, su tétrica vestimenta.

Yo no me río de la muerte.
Sin embargo, conozco su
blanca casa, conozco su
blanca vestimenta, conozco
su humedad y su silencio.
Claro está, la muerte no
me ha visitado todavía,
y uds. preguntarán: ¿qué
conoces? No conozco nada.
Es cierto también eso.
Empero, sé que al llegar
ella yo estaré esperando,
yo estaré esperando de pie
o tal vez desayunando.
La miraré blandamente
(no se vaya a asustar)
y como jamás he reído
de su túnica, la acompañaré,
solitario y solitario

Javier Heraud - 1961”


JAVIER HERAUD – POESÍAS COMPLETAS, 3ra. Edición, 1975, Campodónico-ediciones S.A., Lima – Perú, pp. 81 – 84.

Mario Domínguez Olaya

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