sábado, 16 de octubre de 2010


PONIÉNDOSE DE ACUERDO

Un avión se estrella en una solitaria isla del Pacífico Sur. Todos mueren y sólo sobreviven ilesas tres personas: el piloto, el copiloto y una azafata que, dicho sea de paso, estaba bastante guapa.

Luego del susto y recuperados de la fuerte impresión del accidente deciden explorar la isla para ver si encuentran algún poblado donde pedir auxilio, caminan durante dos días con algunas provisiones rescatadas del aparato estrellado y llegan al convencimiento que la isla está desierta, lejos de cualquier ruta aérea y marítima y comprenden que será muy difícil que los ubiquen. Deciden entonces organizar su permanencia en la isla, construyen una cabaña y comienzan a recolectar lo que la naturaleza les provee: carne, frutas y agua fresca.

Pasan dos meses de convivencia muy ordenada en la isla, y la azafata se decide a hablar de un tema que ella considera delicado para todos:

- Amigos, han pasado dos meses y estamos solos... y quizás sea para siempre. Hemos respetado, desde el primer momento que llegamos aquí, nuestra intimidad, todo está muy bien; sin embargo, creo que hay ciertas carencias y necesidades y sé que ustedes, por delicadeza, no quieren hablar conmigo sobre eso, por tal motivo lo hago yo a ver qué les parece: Contigo –dirigiéndose al piloto- haré el amor los días pares y contigo –mirando al copiloto- lo haré los días impares y si surgiera algún problema lo hablamos y lo solucionamos entre todos.

Todos estuvieron de acuerdo y encantados por ser tan organizados y poder hablar de este asunto pasando unas semanas fabulosas e intensas, cada uno a su turno: uno los días pares y el otro los impares; con un respeto y un entendimiento ejemplar.

Sin embargo, ninguna dicha es eterna y por desgracia, al cabo de unos meses la azafata es atacada por una rara y violenta enfermedad y muere.

Los dos hombres se sumieron en una profunda tristeza, pero la vida continúa y vuelven a la rutina de la sobrevivencia; pasa un mes y uno de ellos se dirige al otro diciendo:

- Escúchame, el tiempo pasa, yo sé que esto muy duro de afrontar tanto para ti como para mí; por eso tenemos que hablar, siento que nos falta algo; soy joven y no puedo seguir así... tú ¿qué piensas? El otro, asintiendo, le agradece por sacar a la luz el tema y le dice que él también está pasando por la misma situación...

- ¿Entonces tú también piensas como yo?
- Claro... y si no funciona entonces lo discutimos.
- De acuerdo...
- Entonces, ¿cómo nos organizamos?
- Tú los días pares y yo los impares.
- Muy bien, empiezo yo.
- No hay problema.

Y los hombres pasan varias semanas satisfaciendo, por turno, sus ansias sensoriales; hasta que una noche uno le dice al otro:

- Escúchame, dijimos que lo discutiríamos si algo no iba bien, bueno, yo pienso que esto no debe continuar, estamos solos y necesitados, pero creo que lo que estamos haciendo no es correcto y cada vez me siento más incómodo, va contra la naturaleza.

- Me tranquiliza que así pienses -le dice el otro- yo también comparto tu opinión, será mejor que nos detengamos; de todas formas ya no son las mismas sensaciones que antes.

- ¿Estás de acuerdo entonces?
- Sí, ¿y tú?
- Yo también.
- Bueno, entonces, ¿qué dices?, ¿la sepultamos?
- Sí, hay que sepultarla.


Mario Domínguez Olaya

2 comentarios:

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  2. mmmmmmmmmmm me suena muyy interesante.....aunque al principio me imagine otra cosa..!!!!!mi pregunta es??......entonces,la AZAFATA se murio por GOLOSA???
    atte...srita Pichardo

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