domingo, 9 de enero de 2011


EL BAUTISMO DE JESÚS
Este es mi hijo, el amado
Por el P. Fernando Torres Pérez cmf

San Mateo 3,13-17

Entonces Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan se resistía, diciéndole: "Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!". Pero Jesús le respondió: "Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo". Y Juan se lo permitió. Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección"

Reflexión

Hay momentos en la vida de las personas que marcan un antes y un después. Pueden ser puntuales, pueden ser procesos en el tiempo, pero no hay vuelta atrás. Se pueden poner muchos ejemplos: cuando un joven se pone a trabajar por primera vez o cuando comienza sus estudios en la universidad –eso implica muchas veces el abandono de la casa familiar– o cuando entra en un noviciado porque quiere ingresar en una congregación religiosa. Incluso en el caso de que se pierda el trabajo, de que se deje la universidad o de que se abandone la congregación religiosa, nada vuelve a ser como antes.

El Bautismo de Jesús que hoy celebramos como broche y punto final del tiempo de Navidad viene a ser algo así. Los Evangelios lo sitúan como el gozne que se sitúa entre un antes –un periodo de tiempo del que desconocemos casi todo de la vida de Jesús– y el después –otro tiempo del que tenemos abundante información a través de los Evangelios y que culminará con su muerte en la cruz y la confesión de fe en su resurrección–. El tiempo antes del Bautismo suponemos que fue vivido con su familia en la evolución normal de cualquier niño-chico-joven-adulto de aquel tiempo. Según la tradición Jesús muere en la cruz con 33 años. Si le restamos los tres años de la vida pública que relatan –más o menos– los Evangelios, se podría decir que se bautizó a los 30 años. Eso nos habla de mucho tiempo de vida “normal”, “ordinaria”.

Más importante que imaginar a Jesús acercándose a Juan para pedirle el bautismo o imaginar la paloma del Espíritu posándose sobre su cabeza, es reflexionar sobre la misión recién asumida por Jesús. Es una misión que le lleva a dejar todo y a comenzar una vida nueva. Familia, trabajo, amigos, todo queda atrás. En adelante su madre y sus hermanos serán los que escuchan la Palabra de Dios. Su familia serán todos los hombres y mujeres porque todos son amados por Dios. La familia es la familia del Reino. Comienza un mundo nuevo.

El Bautismo marcó un antes y un después en la vida de Jesús. A partir de él “pasó haciendo el bien”. Ese debería ser el principal distintivo por el que se nos debería conocer a sus discípulos. Como Jesús nos hemos bautizado, el Espíritu se ha posado sobre nosotros. Ahora nos queda vivir como Jesús: haciendo el bien y curando de todo dolor a los que nos encontramos en nuestro camino. Así verán que Dios está con nosotros.

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