ESTE ES EL CORDERO DE DIOS
Aquel que quita el pecado del Mundo
Por el P. Gregorio Mateu
San Juan 1, 29-34
Al dia siguiente, al ver Juan a Jesús que venia hacia él, exclamó: Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo. Yo no le conocía; pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel”. Y Juan dio testimonio diciendo: He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre él. Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quién veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que ha de bautizar con Espíritu Santo. Yo lo he visto y he dado testimonio de que ese es el Hijo de Dios.
Reflexión
Para disfrutar del privilegio de conocer a Jesús, necesitamos un mediador, alguien que nos conduzca a Él. De hecho, los primeros discípulos de Jesús venían del grupo de Juan Bautista. Juan los había preparado para que fueran capaces de descubrir por si mismos dónde estaba el camino, la verdad y la vida. Hay palabras claves para recorrer el itinerario adecuado que puede llevarnos a Jesus: Preguntar, escuchar, ver y aceptar. Si buscamos, indagamos y preguntamos, estamos en disposición de descubrir la verdad y distinguir con claridad los maestros verdaderos de los falsos.
El cristiano debe saber VER. Este es el verbo que usa preferentemente el Evangelio de hoy. Juan se acerca para ver a Jesús. El cristiano tiene que ver a Jesús, contemplar sus obras, dejarse fascinar por su palabra, captar su penetrante mirada. Primero, le admira de oídas, por lo que otros le han narrado. Pero es preciso que experimente, que sienta la presencia de Jesús en su vida para, luego, seguirle con fidelidad. Juan vio los cielos abiertos. Con Cristo a nuestro lado, se abren los cielos sobre nuestras frágiles vidas. Ya todo, desde este momento, se hace posible: que el barro se regenere; que la luz alumbre de nuevo en la vida; que Dios se haga presente; que los ángeles bajen a guiar nuestros pasos.
Quien ha visto de verdad, puede dar testimonio de lo que ha contemplado, y convencer a los que le escuchan, pues la experiencia es una gran maestra para la vida. Seguir el evangelio como simple curiosidad, aumenta nuestros conocimientos teóricos, pero no cambia vidas. Cabe recordar que el Evangelio es, fundamentalmente, vida, testimonio, convicción. El Espíritu tiene que bajar sobre todos los creyentes y prender sus vidas con el fuego del amor. Vivimos tiempos hermosos, en los que el Espíritu está renovando la faz de la tierra. La renovación en el Espíritu está tocando millones de católicos que cantan alaban, dan gracias y testimonian, con un fuerte cambio de vida, que Dios está vivo.
El bautismo de fuego nos impulsa a vivir nuestra fe en el entramado de nuestra diaria actividad. No somos, en ningún caso, miembros pasivos de la Iglesia, sino discípulos convencidos de nuestra hermosa mision de mensajeros del Evangelio.
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