EN LA ENCRUCIJADA ELECTORAL SE NOTA LA AUSENCIA DE PARTIDOS
En menos de tres meses volveremos a las urnas para escoger quiénes integrarán los Poderes Ejecutivo y Legislativo en nuestro Perú. Es en estos períodos en los que se hace más evidente la ausencia de partidos políticos que respondan al nombre de tales: es decir que tengan ideología, análisis de la realidad nacional, propuesta seria de desarrollo, militantes o afiliados convencidos de las ideas y propuestas, representatividad social, organización, reglas claras, capacitación y promoción de cuadros políticos, equipos técnicos que planteen soluciones, locales partidarios con vida real, etc.
Lo que tenemos en el mercado electoral son agrupaciones que suelen depender de personalidades (algunas buenas, otras regulares, muchas de dudosa catadura) a las que se agregan caudillos locales (que llegan con su propia clientela y se ofrecen al que mejor recompensa les da), grupos de poder que ponen financiación para defender sus propios intereses, y mucho de marketing. Incluso partidos que antaño se preciaban de organicidad se han ido deteriorando, y descendido a niveles casi equivalentes a los grupos que ahora crecen como hongos en busca de una “oportunidad”.
Es claro que con esas agrupaciones a las que hay que añadir un electorado en general desinformado, poco crítico, emotivo y en muchos casos envilecido “gracias” a un proyecto de envilecimiento colectivo diseñado por la dupla Fujimori – Montesinos y replicada luego por los grupos de poder, las oportunidades de tener candidatos de calidad se acorta, así como se acorta la posibilidad que los que tienen dignidad y dicen la verdad salgan elegidos.
Los ciudadanos conscientes tenemos una doble tarea: tratar de elegir lo mejor posible en esta ocasión, y trabajar en nuestros medios para hacer crecer las instituciones que frecuentamos. Cuando haya conciencia de la necesidad de instituciones fuertes a todo nivel, los partidos encontrarán un acicate para generar su propia institucionalidad. Mientras en la dinámica social se extienda la informalidad y la búsqueda del poder como medio de enriquecimiento, los partidos seguirán ese mismo camino. No podemos pedir partidos serios en sociedad anómicas y desestructuradas.
Juan Borea Odría
En menos de tres meses volveremos a las urnas para escoger quiénes integrarán los Poderes Ejecutivo y Legislativo en nuestro Perú. Es en estos períodos en los que se hace más evidente la ausencia de partidos políticos que respondan al nombre de tales: es decir que tengan ideología, análisis de la realidad nacional, propuesta seria de desarrollo, militantes o afiliados convencidos de las ideas y propuestas, representatividad social, organización, reglas claras, capacitación y promoción de cuadros políticos, equipos técnicos que planteen soluciones, locales partidarios con vida real, etc.
Lo que tenemos en el mercado electoral son agrupaciones que suelen depender de personalidades (algunas buenas, otras regulares, muchas de dudosa catadura) a las que se agregan caudillos locales (que llegan con su propia clientela y se ofrecen al que mejor recompensa les da), grupos de poder que ponen financiación para defender sus propios intereses, y mucho de marketing. Incluso partidos que antaño se preciaban de organicidad se han ido deteriorando, y descendido a niveles casi equivalentes a los grupos que ahora crecen como hongos en busca de una “oportunidad”.
Es claro que con esas agrupaciones a las que hay que añadir un electorado en general desinformado, poco crítico, emotivo y en muchos casos envilecido “gracias” a un proyecto de envilecimiento colectivo diseñado por la dupla Fujimori – Montesinos y replicada luego por los grupos de poder, las oportunidades de tener candidatos de calidad se acorta, así como se acorta la posibilidad que los que tienen dignidad y dicen la verdad salgan elegidos.
Los ciudadanos conscientes tenemos una doble tarea: tratar de elegir lo mejor posible en esta ocasión, y trabajar en nuestros medios para hacer crecer las instituciones que frecuentamos. Cuando haya conciencia de la necesidad de instituciones fuertes a todo nivel, los partidos encontrarán un acicate para generar su propia institucionalidad. Mientras en la dinámica social se extienda la informalidad y la búsqueda del poder como medio de enriquecimiento, los partidos seguirán ese mismo camino. No podemos pedir partidos serios en sociedad anómicas y desestructuradas.
Juan Borea Odría
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