EL LOQUITO DE MI AMIGO
Noticias del locazo de mi amigo. "¡Por fín tengo noticias del 'loco' Rubén'..!" -dije muy contento unos días antes de Navidad- Mario Rubén se atrevía a escribir después de muchas cadenas, chistes, y otros correos irrelevantes que siempre recibo de él, por lo menos dan cuenta que aún está sobre la faz de la Tierra. Para él es fácil, solo tiene que ver el blog para enterarse de nuestras vidas, de todas las andanzas de sus viejos amigos, de las reuniones, de las comilonas, del fulbito y de todas las movidas de Los Maristas Boys. De él nada sabemos, lo único que se es que se encuentra viviendo con su familia en un cercano país y que se muere de ganas por regresar a su Perú, pero que por el momento no lo puede hacer.....un trago amargo que de seguro con el tiempo se convertirá en un agradable coctel que brindaremos con su llegada. Conociéndolo tan bien, me permitiría decir que cuando esto ocurra, éste, se aparecerá de un momento a otro tocando la puerta de mi casa o de mi centro de trabajo, de sorpresa y sin avisar. Muchas son las historias que puedo contar sobre él. Monentos imborrables de mi vida y que en muchas ocasiones, Rubén ha participado en varios pasajes de mi niñez y juventud, y es ese amigo que jamás se olvida.
Provisto de una cualidad que lo hace diferente en cuanto se le conoce, talentoso hasta los huesos, bromista y de buen corazón, EL LOCO RUBÉN es el protagonista de mi HISTORIA PROHIBIDA de hoy. Dueño de una gran correa que parece la de Kina Malpartida, el loco formó parte de mi mancha en la etapa escolar, podría decirse que casi de manera clandestina se inmiscuía en el grupo conformado por los "Walters", Roberto y alguien más por ahí que caía como invitado. Rubén estaba "vetado" en aquel grupito cerrado de chicos. Bueno casi vetado, ya que cuando se rayaba Walter no lo quería ver ni en pintura merodear por ahí. Es por eso, que prácticamente sólo después que terminé el colegio, Rubén yo pudimos desarrollar una sólida amistad.
Muchas de las historias que he contado aquí, él ha participado. Por ejemplo aquella cuando paró el tráfico arrodillándose en la pista frente al Ikarus para que pasara El Maestro Santillán, o aquella que le dimos una megadosis de Dibrolax en su cumpleaños; o quizás esa vez cuando me puso su revolver en la frente y percutó. Existen más historias que de seguro darán luz verde en el futuro y podré contarlas en donde "el loco" es la estrella. En esta oportunidad relataré una travesura más de mi amigo, manejando el auto de mi papá.
ESCAPE EN EL VOLVO: UN ORATE AL VOLANTE
Mi papá tenía un Volvo 122 S año 1964, bien pintón y todo un clásico. Para ese entonces mi viejito se vislumbraba como un hombre de mucha visión. Su carrito lo pintó de rojo azteca policromado, un color no muy acorde con la época -estamos hablando de 1979- pero que ahora es un color muy juvenil y de moda. Cuánto sufrí para aprender a manejar !. Don Pancho no se atrevía a darme el coche para nada, por eso, nunca me enseñó a conducir. Desde que tenía 12 años de edad, sin que se diera cuenta daba mis pininos en cuanto la llave del auto estaba a mi alcance. Pero pensándolo bien y sacando cuentas, el viejo se hacía de la "vista gorda" haciéndose el loco, permitía que toque su carro, ya que en imnumerables ocasiones salía con el auto y la verdad que era casi imposible que no se diera cuenta. Claro, que yo me creía toda la historia de ser un gran pendenciero. Mi adolescencia la pasé escapándome con los autos de papá y como se dice, fuí autodidacta.
Rubén visitaba por aquel tiempo mi casa muy a menudo. Siempre me solicitaba salir con el carro a dar unas vueltas por ahí, yo como siempre le negaba y le decía que era imposible salir con mi padre en casa. Un día, mientras jugábamos monopolio en la tarde, veo a mi viejo descansando en el sillón de la sala, muy cansado y hasta roncando. El loco me dice: "Es la oportunidad que tando esperábamos Paco.." "Será la que esperabas.." le contesté. Sería muy dificil que Don Pancho se percate de la travesura que íbamos a realizar y me animé a sacar el carro de la cochera.
El Loco me ayudó a cerrar el portón del garaje y nos escapamos sin rumbo fijo. Destapamos algunas gaseosas que compramos por el camino y comimos un riquísimo "rollo de canela" que trajo de una bodega cerca de su casa. Prendimos la radio, y nos sentíamos mismos Starsky & Hutch. Pasaron unos 15 minutos y el loco me solicita manejar el carro. "Qué?" le dije..."No te pases loquito, con eso no se juega" fue lo que seguió. En ese momento, me acordé del incidente que tuve con los "Walters" y Domínguez años atrás, cuando el loco Palomino casi choca el carro de mi papá contra el pabellón de primaria del colegio, en circunstancias muy extrañas cuando me atreví a darle el timón del Volvo.
"NOOOO CARAJO..!" exclamé al mismo estilo de Juanito Borea. Rubén puso cara de santo y me dejó conducir. Estábamos por la avenida Lizardo Montero (aquella de palmeras en la berma) en dirección a Pedro Miotta (antigua Panamericana), cuando me pide el carro nuevamente. Siempre he sido muy crédulo del dicho que reza "Ni de tu mujer ni de tu carro te separes" Peor si los prestas, pero fue tan histriónica su solicitud que accedí.
Me arrepiento hasta ahora de haber aceptado y permitir que el loco agarré el coche. Cambiamos de lugar. El loco estaba en éxtasis cuando tomó el volante, sus ojos estaban destellando y tenía una sonrisa de oreja a oreja. Mismo Emerson Fittipaldi (otrora corredor de fórmula uno) aceleró y arrancó en segunda. Corría por la avenida y dió vuelta en el cruce, cuando un patrullero detenido se divisaba a lo lejos. Rubén al observar el vehículo policial se detuvo en seco, frenando y quemando algo de caucho de las llantas, ya que iba a velocidad.
"Huevón..ya la cagaste..! " fue lo que solté de la impresión. Llamando la atención de los policías, retrocedió sobre la marcha y viró en sentido contrario. Los "tombos" se dieron cuenta de la aparatosa maniobra del loco y prendieron la circulina del carro (ese faro intermitente que va encima del techo) Realmente era un loco al volante y por una estúpida reacción de mi amigo estábamos siendo perseguidos por policías por nada. Sin embargo para nosotros era un crimen conducir sin licencia y sobre todo sin el permiso de mi viejo. Ya me imaginaba lo que iba a pasar y me ponía más nervioso. Rubén se metía entre calle y calle sorteando perritos, piedras y baches, con su corazón en la boca. Se me "arrugó todo" cuando escuchamos la sirena del patrullero tras nuestros pasos. El orate aceleró más, el Volvo respondía como nunca y logramos sacar algo de distancia. De tanto dar vueltas y vueltas, nos metimos rapidamente a una cochera que estaba abierta para suerte nuestra, pero no para el Volvo. Al ingresar el carro al garaje impactó con las paredes y abolló al pobre engreído de mi viejo. Salieron los dueños de casa y armaron un escándalo, pero al ver que nosotros recibimos la peor parte y después de contarles nuestra historia, nos dejaron ir. Rubén feliz de la vida ya que a los tombos los habíamos perdido. Yo, sin embargo me lamentaba.
Ese escape al mismo estilo de serie de televisión y las consecuencias que trajo hicieron que nunca más le preste el coche. No les cuento como reaccionó mi viejito porque me da pena. Pasaron años y el muy sin vergüenza me pidió nuevamente el carro. La respuesta fue la misma, a pesar que esta vez me mostró su licencia de conducir.
Noticias del locazo de mi amigo. "¡Por fín tengo noticias del 'loco' Rubén'..!" -dije muy contento unos días antes de Navidad- Mario Rubén se atrevía a escribir después de muchas cadenas, chistes, y otros correos irrelevantes que siempre recibo de él, por lo menos dan cuenta que aún está sobre la faz de la Tierra. Para él es fácil, solo tiene que ver el blog para enterarse de nuestras vidas, de todas las andanzas de sus viejos amigos, de las reuniones, de las comilonas, del fulbito y de todas las movidas de Los Maristas Boys. De él nada sabemos, lo único que se es que se encuentra viviendo con su familia en un cercano país y que se muere de ganas por regresar a su Perú, pero que por el momento no lo puede hacer.....un trago amargo que de seguro con el tiempo se convertirá en un agradable coctel que brindaremos con su llegada. Conociéndolo tan bien, me permitiría decir que cuando esto ocurra, éste, se aparecerá de un momento a otro tocando la puerta de mi casa o de mi centro de trabajo, de sorpresa y sin avisar. Muchas son las historias que puedo contar sobre él. Monentos imborrables de mi vida y que en muchas ocasiones, Rubén ha participado en varios pasajes de mi niñez y juventud, y es ese amigo que jamás se olvida.
Provisto de una cualidad que lo hace diferente en cuanto se le conoce, talentoso hasta los huesos, bromista y de buen corazón, EL LOCO RUBÉN es el protagonista de mi HISTORIA PROHIBIDA de hoy. Dueño de una gran correa que parece la de Kina Malpartida, el loco formó parte de mi mancha en la etapa escolar, podría decirse que casi de manera clandestina se inmiscuía en el grupo conformado por los "Walters", Roberto y alguien más por ahí que caía como invitado. Rubén estaba "vetado" en aquel grupito cerrado de chicos. Bueno casi vetado, ya que cuando se rayaba Walter no lo quería ver ni en pintura merodear por ahí. Es por eso, que prácticamente sólo después que terminé el colegio, Rubén yo pudimos desarrollar una sólida amistad.
Muchas de las historias que he contado aquí, él ha participado. Por ejemplo aquella cuando paró el tráfico arrodillándose en la pista frente al Ikarus para que pasara El Maestro Santillán, o aquella que le dimos una megadosis de Dibrolax en su cumpleaños; o quizás esa vez cuando me puso su revolver en la frente y percutó. Existen más historias que de seguro darán luz verde en el futuro y podré contarlas en donde "el loco" es la estrella. En esta oportunidad relataré una travesura más de mi amigo, manejando el auto de mi papá.
ESCAPE EN EL VOLVO: UN ORATE AL VOLANTE
Mi papá tenía un Volvo 122 S año 1964, bien pintón y todo un clásico. Para ese entonces mi viejito se vislumbraba como un hombre de mucha visión. Su carrito lo pintó de rojo azteca policromado, un color no muy acorde con la época -estamos hablando de 1979- pero que ahora es un color muy juvenil y de moda. Cuánto sufrí para aprender a manejar !. Don Pancho no se atrevía a darme el coche para nada, por eso, nunca me enseñó a conducir. Desde que tenía 12 años de edad, sin que se diera cuenta daba mis pininos en cuanto la llave del auto estaba a mi alcance. Pero pensándolo bien y sacando cuentas, el viejo se hacía de la "vista gorda" haciéndose el loco, permitía que toque su carro, ya que en imnumerables ocasiones salía con el auto y la verdad que era casi imposible que no se diera cuenta. Claro, que yo me creía toda la historia de ser un gran pendenciero. Mi adolescencia la pasé escapándome con los autos de papá y como se dice, fuí autodidacta.
Rubén visitaba por aquel tiempo mi casa muy a menudo. Siempre me solicitaba salir con el carro a dar unas vueltas por ahí, yo como siempre le negaba y le decía que era imposible salir con mi padre en casa. Un día, mientras jugábamos monopolio en la tarde, veo a mi viejo descansando en el sillón de la sala, muy cansado y hasta roncando. El loco me dice: "Es la oportunidad que tando esperábamos Paco.." "Será la que esperabas.." le contesté. Sería muy dificil que Don Pancho se percate de la travesura que íbamos a realizar y me animé a sacar el carro de la cochera.
El Loco me ayudó a cerrar el portón del garaje y nos escapamos sin rumbo fijo. Destapamos algunas gaseosas que compramos por el camino y comimos un riquísimo "rollo de canela" que trajo de una bodega cerca de su casa. Prendimos la radio, y nos sentíamos mismos Starsky & Hutch. Pasaron unos 15 minutos y el loco me solicita manejar el carro. "Qué?" le dije..."No te pases loquito, con eso no se juega" fue lo que seguió. En ese momento, me acordé del incidente que tuve con los "Walters" y Domínguez años atrás, cuando el loco Palomino casi choca el carro de mi papá contra el pabellón de primaria del colegio, en circunstancias muy extrañas cuando me atreví a darle el timón del Volvo.
"NOOOO CARAJO..!" exclamé al mismo estilo de Juanito Borea. Rubén puso cara de santo y me dejó conducir. Estábamos por la avenida Lizardo Montero (aquella de palmeras en la berma) en dirección a Pedro Miotta (antigua Panamericana), cuando me pide el carro nuevamente. Siempre he sido muy crédulo del dicho que reza "Ni de tu mujer ni de tu carro te separes" Peor si los prestas, pero fue tan histriónica su solicitud que accedí.
Me arrepiento hasta ahora de haber aceptado y permitir que el loco agarré el coche. Cambiamos de lugar. El loco estaba en éxtasis cuando tomó el volante, sus ojos estaban destellando y tenía una sonrisa de oreja a oreja. Mismo Emerson Fittipaldi (otrora corredor de fórmula uno) aceleró y arrancó en segunda. Corría por la avenida y dió vuelta en el cruce, cuando un patrullero detenido se divisaba a lo lejos. Rubén al observar el vehículo policial se detuvo en seco, frenando y quemando algo de caucho de las llantas, ya que iba a velocidad.
"Huevón..ya la cagaste..! " fue lo que solté de la impresión. Llamando la atención de los policías, retrocedió sobre la marcha y viró en sentido contrario. Los "tombos" se dieron cuenta de la aparatosa maniobra del loco y prendieron la circulina del carro (ese faro intermitente que va encima del techo) Realmente era un loco al volante y por una estúpida reacción de mi amigo estábamos siendo perseguidos por policías por nada. Sin embargo para nosotros era un crimen conducir sin licencia y sobre todo sin el permiso de mi viejo. Ya me imaginaba lo que iba a pasar y me ponía más nervioso. Rubén se metía entre calle y calle sorteando perritos, piedras y baches, con su corazón en la boca. Se me "arrugó todo" cuando escuchamos la sirena del patrullero tras nuestros pasos. El orate aceleró más, el Volvo respondía como nunca y logramos sacar algo de distancia. De tanto dar vueltas y vueltas, nos metimos rapidamente a una cochera que estaba abierta para suerte nuestra, pero no para el Volvo. Al ingresar el carro al garaje impactó con las paredes y abolló al pobre engreído de mi viejo. Salieron los dueños de casa y armaron un escándalo, pero al ver que nosotros recibimos la peor parte y después de contarles nuestra historia, nos dejaron ir. Rubén feliz de la vida ya que a los tombos los habíamos perdido. Yo, sin embargo me lamentaba.
Ese escape al mismo estilo de serie de televisión y las consecuencias que trajo hicieron que nunca más le preste el coche. No les cuento como reaccionó mi viejito porque me da pena. Pasaron años y el muy sin vergüenza me pidió nuevamente el carro. La respuesta fue la misma, a pesar que esta vez me mostró su licencia de conducir.
La verdad es que siempre estuve rodeado de "vesánicos" en mi juventud, ahora también, aunque con tratamiento y algo más cuerdos. Esto me hace sospechar que quizás yo también esté safado de la cabeza o algo parecido. Lo cierto es que, sigo esperando aquel reencuentro que tengo con el protagonista de la nota y espero que se de muy pronto, de lo contrario seguiré escribiendo sobre él, siendo una manera de traerlo nuevamente al presente....
Paco Cárdenas Linares
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