sábado, 15 de enero de 2011


CÓMO “ENGAÑAR” A LA MUERTE
Desde niño, Felipe fue incubando una idea que a lo largo de los años se convertiría en obsesión: cómo burlar a la muerte cuando ésta venga por él.

Toda su juventud se la pasó rumiando sobre la manera más astuta de llevar a cabo su cometido y llegó a la conclusión que lo mejor era instruirse y formarse como científico y se enfrascó en el estudio apasionado de la biología; ingresó a la universidad y fue de los primeros en su clase especializándose en genética, culminó sus estudios universitarios y siguió estudiando varias maestrías y se doctoró como biólogo genetista y comenzó primero a experimentar con la criogenia y concluyó que era posible congelar por mucho tiempo gametos y tejidos para luego, en un futuro, revivirlos sin embargo, se dio cuenta que, al fin y al cabo, en la distancia de tiempo que sea, la muerte llegaría y haría su trabajo; además congelándose él mismo no estaba totalmente seguro que alguien tan calificado como él lo reviviera en el futuro.
Entonces dirigió sus investigaciones hacia el estudio del genoma humano, lo cual le abrió un gran horizonte a su perspectiva y se dio cuenta que la mejor solución a su obsesión era el autoclonarse y profundizó en las técnicas de la clonación; este estudio duró varios años y Felipe veía con angustia que cada vez estaba más cerca el momento que la muerte tocase su puerta hasta que, ya casi a las postrimerías de su vida, consiguió elaborar en su laboratorio cuatro réplicas exactas de su persona tanto en lo físico como en lo psíquico, es decir obraban y pensaban exactamente como él.
No pasó mucho tiempo y Felipe presintió que ya no faltaba mucho para que la muerte lo visite y el momento llegó, y como la clonación simultánea había incluido también los achaques del original los cinco se sentaron en su sala a esperar a la muerte y ésta llegó.
La muerte abrió la puerta y por primera vez en milenios de hacer el mismo trabajo se quedó pasmada al ver a cinco Felipes cuando él sólo tenía que llevarse a uno sólo; no hubo necesidad de palabras, la muerte se sintió humillada en su amor propio y admitió que en esta ocasión no podría completar su obra y tristemente comprendió que debía emprender vergonzosa retirada sin saber siquiera cuál sería la consecuencia de esta decisión.

Avanzó unos pasos hacia la puerta y sintió la sonrisa satisfecha de Felipe que ya se sentía triunfador sobre la muerte y entonces decidió jugarse la última carta para determinar cuál de ellos era el original.

Se detuvo un momento y dijo en voz alta:
- Lo felicito Dr. Felipe, ha hecho Ud. un trabajo casi –y remarcó fuertemente el “casi”- perfecto a no ser por un error que no ha llegado a percibir, pero yo sí.
Entonces pasó lo inevitable, el silencio lacrado que los cinco Felipes habían guardado fue roto por uno de ellos –el original-.
- Es imposible, no puede haber error, todos los detalles han sido meticulosamente cubiertos…
Menos uno, dijo la muerte, el ego del original que no pudo soportar la crítica de su trabajo “perfecto” y dejó de callar. Felipe comprendió que había sido derrotado por él mismo, bajó la cabeza y la muerte lo tomó del brazo y ambos cruzaron la puerta que tenían que cruzar, mientras tanto los cuatro Felipes clonados permanecieron sentados, en silencio sin saber ya qué hacer.
Mario Domínguez Olaya

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