viernes, 24 de julio de 2009

QB VII Y EL TOQUE DE QUEDA
El tiempo no pasa en vano, ahora con unos kilos demás y con menos cabellos que antes hago un alto y miro hacia atrás, hacía la epoca escolar, aquella que será siempre valuarte de anécdotas, historias de formación y desarrollo en nuestras vidas. Me he referido de los amigos que forjé durante esa etapa y gracias a Dios fueron muchos, con ellos compartí mis mejores años y a pesar que hemos tomado caminos diferentes, siempre todos confluyen cuando nos volvemos a encontrar. La vida continúa y ya mayores ésta también nos salpica de momentos tan agradables cuando lo compartimos con esos amigos. Esa gran legión de seres que siempre "están allí" esperando, cada día sigue creciendo y en el transcurrir de los años de egresado del colegio van naciendo algunos más y también se reafirma este vínculo en otros de orígen.

Esta pequeña introducción es para referirme a uno de los integrantes de la promoción más significativos, dada las circunstancias por el trabajo, ocupaciones y familia, él se encuentra radicando en Estados Unidos desde hace muchos años, tantos que le ha tocado vivir más en Chicago que en Lima. Muchos preguntan por él, que fue de su vida, solo él podrá contestarles algún día en persona. Este amigo es Walter Palomino.

Practicamente cumpliendo la mayoría de edad gana una beca de estudios integral la Universidad de Roosevelt en Chicago, Illinois. Durante sus primeros años en aquel país, se ubica como gran alumno y logra mucha popularidad entre los compañeros de clase venidos de diversos países. También aprovecha el tiempo libre en viajar y conocer un poco el gran país del norte, contactando con Jorge "el muerto" Gonzales y con Alfredo "El Maestro" Santillán convirtiéndose en compadre de éste último.

Desde 1981 hasta la fecha Walter ha venido al Perú casi todos los años, a disfrutar de su Perú, a gozar de su familia y de los amigos. A pesar de contar actualmente con la nacionalidad americana, siempre recuerda con mucha sensibilidad sus años en Perú y sobre todo sus años de niño en el Maristas San Juan, los cuales para él siempre fueron los mejores como lo fueron para mí.

Cuando niño y adolescente a Walter Artemio no le importaba su imagen. Me parece verlo con su camisa blanca manchada con tinta azul a la altura del bolsillo; su correa de cuero repujado con inscripciones nazis; sus zapatos con los pasadores sueltos y con una buena cantidad de polvo encima; sus pantalones como para cruzar un río; sus anteojos photogray de marco grueso negro con uno de los lentes quebrados. Todo un hippie, por eso la chapa de "Paloma hippie" o "Yipi" como lo llamaba el "Gordo Japy". De caracter fuerte, muy creativo e imaginativo, locuaz en ciertas ocasiones y tímido en otras. Siempre fue muy especial, le gustaba estar siempre al margen de todo, quizás para llamar la atención o quizás se sentía libre al ser así. No muy inclinado al deporte ni a las féminas, lo que en algún momento se llegó a pensar lo peor, atrevimiento que hoy en día está descartado.

La historia que contaré a continuación es de cuando estábamos en secundaria. Como ustedes sabrán casi siempre Walter visitaba mi casa por las tardes. En tiempo de clases hacíamos las tareas y asignaciones, además de jugar monopolio, damas o ludo. Cuando era vacaciones practicamente paraba todo el día en mi casa y la pasábamos bien full hueveo al punto de colmar la paciencia de mi viejo.

Era 1975, cursábamos el segundo año de secundaria, me acuerdo que eran los últimos meses del año y estábamos con toque de queda. No se que pasaría por aquel entonces pero no podíamos estar en la calle mas allá de las 11 de la noche. Walter Artemio estuvo desde la tarde de un domingo jugando monopolio con algunos amigos del barrio, ese día él ganó después de muchas lunas. Por la noche iban a dar por televisión el último capítulo de una gran serie que recuerdo con mucha admiración: QB VII. Era una miniserie que América Televisión presentaría a las 9 pm. en el espacio de "Noches Espectaculares de Café Don Lucho" que era conducido por Pablo de Madalengoitia, realmente un buen programa en donde se estrenaban en la televisión peruana grandes películas y miniseries de gran calidad.

Por más que la he buscado para obtenerla, hasta descargarla de internet, no logro obtener una buena copia por lo menos. QB VII fue una miniserie de 6 episodios inspirada en la novela de Leon Uris, esta novela de seis partes describe los hechos y circunstancias que rodean un caso de demanda por difamación contra un novelista realizada por un médico famoso, pero con un pasado relacionado con los nazis que trata de ocultar. La estrenaron en 1974 pero la vimos después de un año aquí en Perú. Inclusive tanto nos compenetramos con el tema que realizamos junto con Roberto Lecaro una parodía grabada que por ahí debe estar guardada en algún rincón.

A Walter le gustaba lo clásico, gustaba mucho de la historia mundial, para llamar la atención entre nosotros decía que era un neonazi, que admiraba a Hitler y todo un rollo fascista. Lo único que lo hacía un "nazi" era ese mechón de cabellos que le colgaba por la frente al estilo del dictador nazi. La música clasica era su delirio, por eso cuando fuimos a ver la película La Naranja Mecánica de Stanley Kubrick casi llega al orgasmo.....Aquí en QB VII no podía ser una excepción. Jerry Goldsmith fue el encargado de musicalizar magistralmente este largometraje de mas de 6 horas, Walter cayó "rendido" ante tanto ejemplo de cultura juntos. Su televisor estaba malogrado y no se podía perder de ningún domingo aquella serie, es por eso que la veía en el mío.

La confrontación en los tribunales ingleses que sostuvieron un escritor americano, Abraham Cady (Ben Gazzara), y un doctor europeo, Adam Kelno (Anthony Hopkins), acusado de participar en experimentos médicos con judíos en los campos de concentración nazis, hizo de Walter Artemio un adicto a la TV por las noches del domingo. A decir verdad a pesar de lo tediosa en algunos pasajes la serie inglesa -ya que se trataba de un juicio- el revivir la historia, ver la actuación de grandes actores y saborear el soundtrack hizo que dos muchachitos de 14 y 15 años disfruten al máximo al lado de mi familia.

Walter había traído su bicicleta contrapedal Monark, esto con el fin que terminada la función debería "salir volando" hacia su casa para llegar justo a tiempo antes que se ponga en vigencia el toque de queda. Esta vez el episodio final estaba demorando más que los anteriores. Walter y yo mirábamos el reloj a cada rato. Mi papá le dijo que se retirara antes que terminara para que tenga tiempo suficiente. Él le contestó: "No se preocupe Don Pancho, con la bicicleta es más rápido, además ya conozco bien a los cachaquitos..." El viejo solo atinó a mover la cabeza como desaprobando lo dicho pero sin hacer nada para remediarlo.

Llega "la sentencia" de la película -un tanto bizarra- y Walter Artemio se dá cuenta que eran las 11.15 pm. "Paco, ya la cagamos. Son mas de las once" -me dijo- "Yo te dije...huevón" -le contesté un poco asustado- Mi papá se había quedado dormido en el sofá casi al rato de sermonear a Walter. Tomó su bicicleta sin hacer casi nada de ruido, lo acompañé a la puerta y le dije mejor que se quedara, "no vaya a ser que te desgracies por las h..." -fue lo que le dije. "No te preocupes Paco, ahorita ya estoy en mi casa". El muy necio salió, montó la Monark y se perdió volteando la esquina.

No habían pasado ni siquiera un minuto cuando escuchamos en casa un "ALTOOO......¡DETÉNGASE!....AAAAAALTOOOO!" seguido de unos disparos. Mi viejito y yo nos miramos las caras y cuando nos reponíamos de la impresión volvimos a escuchar "AAALTOOO!" Mi papá me dijo que éramos unos tontos que por tonteras arriesgamos la vida, por ver una estúpida película pone en peligro su vida tu amigo, "Cómo estará de preocupada su abuela?" -me dijo mi viejo refriendose a la tutora de Walter- yo solo atiné a bajar la cabeza y esperar la mañana del lunes.

Siempre tenía la costumbre de llegar a tiempo al colegio, pero esa mañana practicamente fui testigo cuando abrieron la puerta del colegio desde muy temprano, esperando ver a Walter Artemio llegar y preguntarle ¿qué fue?. Sin embargo los minutos pasaban y no llegaba, él era extremadamente puntual - siempre lo ha sido- Ya estábamos en formación -aquella de los lunes con formación, himno y bla bla del hermano director- y yo volteaba incansablemente la cabeza hacia atrás a ver si vislumbraba al "Loco Palomino" -como también lo llamábamos- Era hora de entrar a las aulas y no aparecía, cuando yo ya me encontraba sentado en el pupitre, lo veo entrar muy agitado, casi corriendo por la puerta del salón. Qué había pasado?, ¿por qué de su demora?....solo estaba con el estómago más suelto que los pasadores de sus zapatos......

Paco Cárdenas Linares

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