EL ESTUDIANTE DE DERECHO
Un muchacho provinciano decide venir a Lima para estudiar Derecho, sus padres eran comerciantes y gozaban de alguna soltura económica y le aseguran al hijo que solventarían sus gastos mientras durasen los estudios; este muchacho no era precisamente una luminaria intelectual pero tenía sus mañas para defenderse y logra ingresar a la facultad de Derecho y como no le gustaba la soledad hizo rápidamente amigos y amiguetes y, estando el control paterno a bastante distancia, alternaba los estudios con una vida nocturna cada vez mas bohemia, este ritmo de vida tiene su costo y, por supuesto, a la mitad del semestre ya se había hecho humo el dinero que le dieron sus padres y pensando cómo salir de esta situación se le ocurre entonces una gran idea y llama a su padre:
- Papá, no vas a creer las maravillas de la modernidad de la educación en la capital, resulta que aquí en la Universidad han implementado un programa especial para enseñar a hablar a los perros ¿por qué no mandas al Boby para que aprenda a hablar y de paso me acompañe?
- Papá, no vas a creer las maravillas de la modernidad de la educación en la capital, resulta que aquí en la Universidad han implementado un programa especial para enseñar a hablar a los perros ¿por qué no mandas al Boby para que aprenda a hablar y de paso me acompañe?
El padre entusiasmado le contesta:
- ¿Y cómo hago para que acepten al Boby en la Universidad?
- Envíamelo por la agencia con los $3,000 que cuesta el programa y yo me encargo de los trámites y matrícula. Y es así es que el confiado e ingenuo padre envía al perro con los $3,000. Al cabo de dos meses, entre el estudio, las juergas y la comida para Boby el muchacho cae en la cuenta de que la plata nuevamente se agotó y decide volver a llamar a su padre.
Esta vez el padre pregunta:
- Bueno, y ¿cómo le va a Boby con el idioma?
- Increíble, papi. Ya habla hasta por los codos, pero ahora resulta que se ha abierto un post grado para enseñar a leer a los perros.
- ¡No jodas! ¿Y Boby podrá entra en ese post grado?
- Solo envíame $2,500 y lo matriculo, hay que aprovechar que Boby tiene la lengua desatada.
Y el padre vuelve a enviar dinero.
Acabó el semestre en la facultad de Derecho y el muchacho se da cuenta que debe regresar a su tierra en vacaciones y junto con él el perro que por supuesto no sabe ni hablar, ni leer, ni nada y que no habría como explicar la farsa así que envenena al perro; mientras tanto, en casa, el padre lo espera ansioso para disfrutar los progresos del Boby…
- ¿Y, dónde está Boby? Ya quiero escucharlo hablar y leer, le he comprado varias revistas para que se luzca.
- Papá –dijo apesadumbrado el muchacho- no me lo vas a creer. Ya estaba todo preparado para el viaje, cuando encuentro al Boby acostado en el sofá, leyendo los principales diarios nacionales, como todas las mañanas.
De pronto me dice, "Bueno, ¿y tu viejo se sigue cogiendo a la pelirroja ésa que vive enfrente de la casa? ¿Cuánto crees que pague para que no se lo diga a tu mamá?"
Y el padre le contesta angustiado:
- Y, qué hiciste con ese perro hijo de puta.
- Con el dolor de mi corazón no tuve más remedio que eliminarlo.
- Bien hecho hijo, qué peso me sacas de encima.
El tiempo pasó rápido y entre semestres de juerga y estudio, el muchacho se graduó de abogado no sin antes haber hecho “hablar” al gato, la gallina un pato y hasta a un cuy; mas adelante, el padre murió con bastantes dólares menos en su haber pero orgulloso de su muchacho, que ya profesional, se perfilaba como un político exitoso...
Mario Domínguez Olaya
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