sábado, 6 de noviembre de 2010


Hace dieciocho meses que murió físicamente y sigo extrañando al viejo Mario, extraño su verso siempre joven, su prosa en llamas, en fin, su eterna juventud y su eterno compromiso con los de abajo; cada vez que mis ojos regresan a las líneas de alguno de sus relatos y poemas lo siento más vivo que nunca y aquellas palabras que creí agotadas vuelven a remontar, desde sus cenizas, hacia su terco vuelo hacia el sol, y en mis evocaciones más profundas reaparece la sentencia de José Martí: “para nosotros siempre será la hora de los hornos”.

Precisamente, hace algunos días, en uno de aquellos momentos que se roban mis horas de sueño (pero no mis sueños) cayó en mis manos uno de los más hermosos poemas que conozco de Benedetti, volví a sentir aquel estremecimiento de mi juventud y apareció nuevamente ese nudo en mi garganta y una tibia perla que rodó por mi mejilla me hizo recordar que aún estoy vivo. El poema se titula “Hombre preso que mira a su hijo” y fue también hermosamente musicalizado por el cantautor cubano Pablo Milanés. Léase con cuidado:

HOMBRE PRESO QUE MIRA A SU HIJO
Mario Benedetti

Cuando era como vos me enseñaron los viejos
y también las maestras bondadosas y miopes
que libertad o muerte era una redundancia
a quién se le ocurría en un país

donde los presidentes andaban sin capangas(1)
que la patria o la tumba era otro pleonasmo
ya que la patria funcionaba bien
en las canchas y en los pastoreos

realmente botija no sabían un corno
pobrecitos creían que libertad
era tan sólo una palabra aguda
que muerte era tan sólo grave o llana
y cárceles por suerte una palabra esdrújula

olvidaban poner el acento en el hombre
la culpa no era exactamente de ellos
sino de otros más duros y siniestros
y éstos sícómo nos ensartaron
con la limpia república verbal
cómo idealizaronla vidurria(2) de vacas y estancieros

y cómo nos vendieron un ejército
que tomaba su mate en los cuarteles
uno no siempre hace lo que quiere
uno no siempre puede
por eso estoy aquí
mirándote y echándote
de menos

por eso es que no puedo despeinarte el jopo(3)
ni ayudarte con la tabla del nueve
ni acribillarte a pelotazos

vos sabés que tuve que elegir otros juegos
y que los jugué en serio
y jugué por ejemplo a los ladrones
y los ladrones eran policías

y jugué por ejemplo a la escondida
y si te descubrían te mataban
y jugué a la mancha
y era de sangre

botija aunque tengas pocos años
creo que hay que decirte la verdad
para que no la olvides

por eso no te oculto que me dieron picana
que casi me revientan los riñones

todas estas llagas hinchazones y heridas
que tus ojos redondos
miran hipnotizados

son durísimos golpes
son botas en la cara
demasiado dolor para que te lo oculte
demasiado suplicio para que se me borre

pero también es bueno que conozcas
que tu viejo calló
o puteó como un loco
que es una linda forma de callar

que tu viejo olvidó todos los números
(por eso no podría ayudarte en las tablas)
y por lo tanto todos los teléfonos
y las calles y el color de los ojos
y los cabellos y las cicatrices
y en qué esquina
en qué bar
qué casa

y acordarse de vos
de tu carita
lo ayudaba a callar
una cosa es morirse de dolor
y otra cosas morirse de vergüenza

por eso ahora
me podés preguntar
y sobre todo
puedo yo responder

uno no siempre hace lo que quiere
pero tiene el derecho de no hacer

lo que no quiere

llorá nomás botija
son macanas

que los hombres no lloran
aquí lloramos todos

gritamos, berreamos, moqueamos, chillamos,
maldecimos

porque es mejor llorar que traicionar
porque es mejor llorar que traicionarse

llorá, pero no olvides

Mario Domínguez Olaya
(1) Guardaespalda
(2) Buena vida (argentinismo)
(3) Cabellos

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