domingo, 28 de noviembre de 2010


PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
La vida es demasiado valiosa para echarla a perder
Por el P. Pedro Olalde

Mateo 24, 37-44

Ahora bien, lo que pasó en tiempos de Noé pasará en la llegada del Hijo del hombre; es decir, lo mismo que en los días antes del diluvio la gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y, estando ellos desprevenidos, llegó el diluvio y arrambló con todos, así sucederá también en la llegada del Hijo del hombre.

Entonces, dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán.

Por tanto, manteneos despiertos, pues no sabéis qué día va a llegar vuestro Señor. Ya comprendéis que si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, se quedaría en vela y no lo dejaría abrir un boquete en su casa. Pues estad también vosotros preparados, que cuando menos lo penséis llegará el Hijo del hombre.


Reflexión

La vida es demasiado valiosa para echarla a perder. Los discípulos habían preguntado a Jesús: “Dinos, ¿cuándo va a ocurrir eso y cuál será la señal de tu venida y del fin de esta edad? (Mt 24, 3) Ahora, Jesús responde que nadie lo sabe, sino sólo el Padre (24,36).

Las dos exhortaciones que siguen nos animan a estar en guardia para no echar a perder el mayor regalo que hemos recibido de Dios, que es la vida. La primera nos advierte que el final vendrá inesperadamente, como ocurrió con el diluvio, en tiempos de Noé. La segunda subraya la necesidad de estar vigilantes, porque el dueño de la casa no sabe cuándo vendrá el ladrón.

A Mateo le preocupa la repentina parusía o venida de Cristo en el mundo, que coge a los hombres desprevenidos. Hace 2000 años, cuando los primeros cristianos tenían gran conciencia de la venida inminente de Cristo, encajaba con toda normalidad este lenguaje apocalíptico. Hoy, nuestra sensibilidad es muy diferente y no nos dice gran cosa.

Si Mateo nos advierte de la despreocupación de la gente del tiempo de Noé, ante la llegada del diluvio, ¿qué no nos diría hoy a nosotros, sumidos, muchas veces, en pequeñeces, completamente despreocupados de lo sustancial de la vida?

A pesar del tono austero de estos versos, el único objetivo es prevenirnos para que no malgastemos la vida. No pretenden atemorizarnos con un juicio severo. Que Cristo es juez, sólo significa que al final prevalece su verdad; quiere decirnos que Él es la verdad definitiva.

Estas líneas subrayan que el hombre es un proyecto y que puede no realizarlo. Afirmamos más: que el mismo Dios camina con nosotros para ayudarnos a llevar a cabo ese proyecto, como ayudó al pueblo hebreo a salir de la esclavitud. Dios es el Emmanuel, es decir, Dios con nosotros.

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