viernes, 21 de mayo de 2010


Es cierto cuando dicen que la sinceridad está en subida, y que es cotizada por muchos corazones. Cada vez se ve a mas gente que da su opinión sin miedo al rechazo, más segura. Los niños o jóvenes son actualmente más sueltos al hablar y manifiestan su aprobación o disconformidad ante un suceso. La hipocresía, por el contrario no encaja bien en el diario vivir, ya que siempre nos agrada toparnos con gente auténtica, transparente, sin engaños, y somos sorprendidos o engañados. Pero a veces nos excusamos en la sinceridad para encubrir la propia pereza, para pactar con los defectos y para justificar los males que cometemos a diario.

Hago este comentario porque como nada es absoluto y nadie es dueño de la pura verdad, podemos entrar en un gran conflicto de ideas cuando pretendemos ser sinceros en todo momento. "El hombre sincero es el que expresa con verdad lo que piensa y siente". Esta definición del diccionario prueba que la sinceridad absoluta no existe. Si cada uno se dedicara a exteriorizar, con palabras y con actos todo lo que piensa y siente, ninguna vida humana sería posible. Los ejemplos abundan: ¿es sincero quien, bajo un bombardeo, temblando todos sus miembros, se esfuerza por no traslucir sus emociones y anima y tranquiliza a los otros? ¿No soy sincero cuando voy a trabajar y tengo, en un hermoso día, unas ganas inmensas de pasearme por el campo? ¿Y si al discutir con alguien que mantiene tesis absurdas, domino mi irritación, y sin romper la conversación continúo con calma, tratando de enseñarle a razonar? Solamente los animales y los niños muy pequeños son total y continuamente sinceros: gritan, golpean, comen o se niegan a comer siguiendo el impulso del momento.
Sin embargo, estimado lector, nuestro comportamiento y caminar por la vida, nos invita a actuar lo más cerca de lo que sentimos y valoramos. Nuestra ética, principios y moral nos hacen seres muy especiales. Por lo tanto hay que tener esto muy en cuenta. Ha veces una omisión puede resultar una mentira. No hay mentira blanda, pequeña o insignificante....siempre será una mentira.

A continuación les comparto una lectura que expondrá algo de lo que estamos hablando hoy. No necesariamente coincide con mi parecer. Se trata de un artículo de autoría del Padre Fernando Pascual, L.C que me pareció muy interesante y nos puede llevar a un agradable y fructífero foro al hacer tu comentario al final del post:

¿SINCERIDAD O PEREZA?

La sinceridad es un estímulo que arranca perezas, que busca extirpar las raíces del mal en la propia vida, que lanza al corazón a dejar modos de pensar y de actuar que nos destruyen.

La sinceridad está en alza, es cotizada en muchos corazones. Porque la hipocresía resulta detestable, y porque nos gusta encontrar en el otro a alguien abierto, confiado, sin engaños. Pero a veces nos excusamos en la sinceridad para encubrir la propia pereza, para pactar con los defectos, para justificar los males que cometemos. Es entonces cuando escuchamos o decimos frases como estas: “Sé que el tabaco hace daño, pero nace de mí el seguir fumando”. “No puedo negar que miento en ocasiones, pero es parte de mi psicología”. “Dejaría de ser yo mismo si cumpliese mis promesas; me sentiría como un palo de luz sin sentimientos”. “La espontaneidad es parte de mi vida: no me pidas una constancia que anularía mi espíritu aventurero”. “Me sentiría un hipócrita si dejase de decir lo que pienso de los demás. Sé que he dañado mucho a algunos, pero no puedo almacenar en mi pecho lo que pienso sobre los demás”.

Con la excusa de la sinceridad, con una pantalla de transparencia y de honestidad, aceptamos y pactamos con modos incorrectos de ser, de pensar y de actuar, incluso cuando reconocemos que vivimos mal, que dañamos a otros, que hemos llegado a violar normas elementales de justicia y de convivencia.

La sinceridad no es un pasaporte que sirve para vivir según caprichos del momento. Tampoco es una excusa para secundar explosiones de ira o para albergar odios malignos, ni debe convertirse en un atenuante ante la propia conciencia y ante amigos sinceros que denuncian aquellos males y pecados profundos que nos destruyen y que dañan a quienes viven a nuestro lado.

La verdadera sinceridad nos lleva a denunciar sin miedo que el pecado es pecado, a decir que lo que hago consciente y libremente está mal si va contra Dios y contra los hombres. Esa sinceridad se convierte, entonces, en un estímulo que arranca perezas, que busca extirpar las raíces del mal en la propia vida, que lanza al corazón a dejar modos de pensar y de actuar que nos destruyen.

Vale la pena no abusar de palabras como “autenticidad” o “sinceridad” para convertirlas en excusas con las que mantenemos comportamientos equivocados. Será posible entonces reconocer las propias faltas, denunciar honestamente el pecado en la propia vida y romper con perezas que paralizan. Sobre todo, será posible pedir perdón a Dios a través de una confesión bien hecha, desde la que pondremos en marcha propósitos sinceros, que asuman en serio principios éticos y que orienten nuestros pasos hacia el bien verdadero, en la propia vida y en las relaciones con quienes viven a nuestro lado.

Entonces, cómo vencer la pereza existente en nosotros? Este adversario es un gran generador de mentiras. El perezoso dice: "estoy cansado", "no puedo hacerlo", "no tengo tiempo", "no es el momento", "para que intentarlo si va a salir mal", "no tengo recursos ni capacidades", etc. Para vencer la pereza tenemos que responder con toda sinceridad y revelación la gran pregunta ¿esos argumentos son verdaderos o falsos?. Para encontrar la respuesta correcta necesitamos conocer la palabra verdad, que nos lleva a la libertad.
Alguien me dijo alguna vez: "Y tu, ¿no trabajas?, como puedes perder el tiempo de esa manera. Si esto no te "produce" (refiriendose al dinero) está demás ya que el tiempo es oro. Eso déjalo para cuando te jubiles, y no te aburras..." No todo en la vida es trabajo. El leer apasionadamente un buen libro o el escuchar música con critero puede llevarnos a un estado muy satisfactorio. El pintar, escribir o preocupándonos por el otro, también puede desarrollar en nosotros un equilibrio y "alimentarnos espiritualmente". Siempre existirá un tiempo para cada cosa que hagamos. La mentira nos pone trabas, nos hace escapar de la realidad y si no somos concientes de eso, nos podemos ahogar en nuestras propias falacias.

Tenemos que derribar argumentos. Mientras creemos una mentira ("no tengo tiempo") todo el organismo actúa según esa mentira. Cuando destruimos el engaño y lo reemplazamos con la verdad ("todas las cosas tienen su tiempo debajo del sol"); entonces el proceso a la victoria está en marcha.

Otra cosa que nos puede ayudar podría ser renovar nuestra mente. La renovación nos da los pensamientos positivos y buenos, y éstos, traen a nuestra una actitud responsable en nuestra vida y en la relación con los demás. Con este conocimiento la motivación se dispara y todo nuestro ser es estimulado a la acción.

Y para terminar, aplicar una disciplina personal. Ésta nos ayudará a mantener el impulso inicial en una constante diaria. Por ejemplo: Si necesitamos 7-8 horas para descansar y tenemos que levantarnos a las siete de la mañana, no debemos acostarnos mas tarde de las doce de la noche. La aplicación de la disciplina está mas en decidir cuando debemos ir a dormir que en levantarse por la mañana. Ganamos o perdemos la batalla por la noche no en la madrugada.

Paco Cárdenas Linares

8 comentarios:

  1. Es imposible no mentir. Se miente todo el tiempo. El ser humano es mentiroso por naturaleza, y tambien ocioso. Es muy dificil salir de estas ataduras que estan muy compenetradas en el hombre como ser social.

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  2. Estoy de acuerdo que la mentira siempre va ser una mentira sea pequeña o grande. No ser ver´za es no ser honesto.

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  3. Imposible dejar de mentir ya que toda la vida no las pasamos mintiendo de una y otra manera.

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  4. Estamos equivocando el sentido de lo que quiere transmitir la lectura. La pereza la justificamos con la mentira, que disfraza al ser humano.

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  5. Mentir es un recurso fácil de valer sin tener que pasar por esfuerzos ni penurias, aunque el precio que se corre es la posibilidad de ser descubierto. En esto sucede algo similar a la persona que lanza rumores falsos para disminuir a las personas que envidia: puede ser descubierto y la conducta desvelada, ir en su contra desprestigiándolo ante a los que quería influir.

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  6. En aras de la verdad y de ser sincero a veces se llega a ser un perfecto conchudo. Decir que "yo es así y nadie me va a cambiar" es parte de ser sinverguenza. Ser sincero y honesto es muy diferente de ser conchudo y sinverguenza. existe una gran diferencia. No debemos justificar nuestros malos actos diciendo que somos autenticos y obramos segun nuestro norte. Y si nuestros principio están chuecos?

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  7. Creo que el problema reside en considerar la verdad como algo macizo, pétreo, inmóvil e invariable y lo que es peor: tener la idea de que aquella verdad, con esas características, nace de uno mismo y se proyecta al resto. De ahí nacen los "iluminados" y "predestinados" que reaccionan negativamente ante cualquier cuestionamiento de aquellas "verdades eternas" y confunden fácilmente la sinceridad con el cinismo.
    La verdad es una construcción humana y por lo tanto relativa a muchas variables que identifican al ser humano como singular en su género. Podemos tener una idea general y abstracta de la verdad que nos servirá de herramienta para vivir en sociedad, pero confundir esta verdad con la que cada uno de nosotros construimos a diario es un gran error que solo servirá para complicarnos inútilmente la vida. ¿Acaso no recuerdan que hasta fines del s. XV se pensaba como una verdad absoluta que la tierra era plana, que el sol giraba alrededor de la tierra y que la luna era de queso?
    La verdad cotidiana, la del día a día, aquella que desde nuestra conciencia, se materializa en honestidad; solo puede construirse en movimiento, en desarrollo, con avances y retrocesos, victorias y derrotas, decersiones y nuevos compromisos; ahí no caben las necedades, el cinismo o la "conchudez" (como algún amigo señalaba), la verdad, aquella que merece ser asumida es la verdad objetiva e independiente de nuestros pareceres, simplimente es y seguirá siéndolo estemos nosotros o no, y como decía Dante en la Divina Comedia: "Ante las puertas del cielo como en la entrada del infierno una verdad se impone: Quede aquí cuanto sea recelo, muera aquí cuanto sea vileza"
    Mario

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  8. Muy buen punto de vista. Estoy de acuerdo. Es que nadie tiene la ultima palabra. Sin embargo les diré que los hombres siempre son los más mentirosos y perezosos.

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