LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO
Volver a vivir para Dios
Por el P. Clemente Sobrado
Por el P. Clemente Sobrado
San Juan 11, 1 - 45 (abreviada)
Las hermanas enviaron a decir a Jesús: “Señor, aquel a quien tú quieres, está enfermo.” Al oírlo Jesús, dijo: “Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.” Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, permaneció dos días más en el lugar donde se encontraba. Al cabo de ellos, dice a sus discípulos: “Volvamos de nuevo a Judea.” Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa. Dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá.” Le dice Jesús: “Tu hermano resucitará.” Le respondió Marta: “Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día.” Jesús le respondió: “Yo soy la resurrección El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?” Le dice ella: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo.” Jesús dijo: “¿Dónde lo habéis puesto?” Le responden: “Señor, ven y lo verás.” Jesús se echó a llorar. Los judíos entonces decían: “Mirad cómo le quería.” Pero algunos de ellos dijeron: “Este, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?” Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra. Dice Jesús: “Quitad la piedra.” Le responde Marta, la hermana del muerto: “Señor, ya huele; ya lleva cuatro días.” Le dice Jesús: “¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?” Le quitaron la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos al cielo y dijo “Padre, te doy gracias por haberme escuchado. Yo sabía que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado.” Dicho esto, gritó con fuerte voz: “¡Lázaro, sal fuera!” Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: “Desatadlo y dejadle andar.” Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en Él.
Reflexión
Amigos, llegamos al último domingo de Cuaresma. El próximo domingo ya será el Domingo de Ramos o Domingo de Pasión y daremos comienzo a la Semana Santa. Esta Cuaresma, como os habréis dado cuenta, ha tenido un proceso de revelación. En la primera semana, Jesús se nos presenta en su condición humana tentado como nosotros. En la segunda semana, vemos a Jesús transfigurado. Luego tenemos tres semanas donde Jesús nos va haciendo una catequesis sobre él mismo. Primero, es el Jesús como el agua capaz de apagar la sed de nuestro corazón. Luego es el Jesús que se hace luz para capacitarnos a ver a Dios y al mundo con sus propios ojos. Jesús luz del hombre. Finalmente, hoy da un salto más, Jesús se convierte en el Jesús de la vida. Como véis, los tres grandes símbolos de nuestra fe: el agua, la luz y la vida. Necesitamos que alguien sea capaz de apagar nuestra sed de vida, necesitamos nuevos ojos para ver; pero, sobre todo, necesitamos una vida que no esté cada día tentada y amenazada por la muerte.
En esta resurrección de Lázaro, Jesús nos ofrece toda una catequesis sobre la fe. La desilusión de las hermanos de Lázaro, Jesús que quiere llevarles al misterio de la nueva vida resucitada porque la resurrección de Lázaro no es el final. Lázaro vuelve de nuevo a la vida de antes. No sabemos cuanto tiempo más siguió vivo porque de nuevo volverá a experimentar la muerte. Pero Jesús se presenta como la nueva vida, esa que no morirá. Quería demostrar que Él era dueño de la vida. En segundo lugar, que Él era capaz de vencer y sacarnos de la muerte. Finalmente, en tercer lugar, como una especie de anticipo de su propia muerte.
Ahora nos preparamos para la gran semana donde experimentaremos a Jesús mismo víctima de la muerte, pero vencedor de la muerte. Al Jesús muerto y resucitado. Si la resurrección de Lázaro manifiesta la gloria de Dios, mucho más la manifestará la Resurrección de Jesús.
Amigos, ¿estamos enfermos? ¿Por qué no llamamos a Jesús? ¿Estamos muertos? Llamemos a Jesús. Que también nosotros escuchemos que nos dice a cada uno de nosotros: “Ven, sal fuera.” “Desatadle y dejadle andar.” Es la hora de desatarnos de todo lo que hay de muerte y comencemos a andar por los caminos de la nueva vida.
“Si hubieses estado aquí cuando te llamamos, nuestros hermano no hubiera muerto.” Lo mismito que le decimos nosotros a Dios: “Te lo he pedido tanto, y no me has escuchado.” Creemos que Dios no nos escucha sencillamente porque no hace lo que nosotros queremos, pero Dios siempre escucha. Dios no nos da siempre lo que pedimos, nos da mucho más de lo que le pedimos. ¿Qué es más importante, sanar a un enfermo o devolverlo a la vida cuando ha muerto? Pues Jesús les quiso regalar con una experiencia mucho más grande que sanarle, les regaló el milagro de sacarlo del sepulcro donde ya estaba en putrefacción y devolvérselo vivo.
Todos nos aferramos a esta vida, hasta es lógico; sin embargo, creo que tenemos menos fe en la vida que no conoce la muerte. Para ello hace falta tener un sentido de lo trascendental, del más allá, y a la vez necesitaríamos ver más a Jesús como vida que como alguien que puede solucionar nuestros pequeños problemas. También Jesús pasará por la experiencia de la muerte, pero Dios lo resucitará. La resurrección de Lázaro es como el anticipo del poder de Dios sobre la muerte. La muerte nunca será la última palabra. La última palabra será siempre la vida.
El que vive en pecado lleva las semillas de la muerte, mientras que el que vive en gracia lleva dentro las semillas de la vida. Para quien vive en gracia ya lleva como en semilla la resurrección, para él la muerte no será sino la puerta que se le abre hacia la resurrección. Creo que hoy todos tendríamos que sentir que también Jesús nos dice a cada uno “sal fuera”, “desátenlo”, y que comencemos a andar, que podamos liberarnos de todo lo que nos impide vivir desde ya. No podemos seguir viviendo en el sepulcro de nuestros pecados, sino en la libertad de la gracia.
Fuente
La Iglesia que camina
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