LA PARÁBOLA DE LOS TALENTOS
Dios quiere que sus semillas no se pierdan sino que den fruto...
Por el P. Clemente Sobrado
San Mateo 25, 14 - 15 y del 19 - 21 (lectura abreviada):
Reflexión
Estamos con la segunda parábola del Reino de las tres de este conocido Capítulo 25 de San Mateo. El pasado domingo eran las vírgenes prudentes y las necias, hoy son los tres administradores. Bueno, mejor diríamos de dos administradores y un enterrador.
Hoy Jesús nos sitúa a cada uno de nosotros frente a nuestra responsabilidad de hacer fructificar los talentos que nos ha dejado o, simplemente, frente a nuestros miedos, que nos llevan a una actitud de conservarlos y enterrarlos.
Dos actitudes: la del riesgo y la del miedo. La del que negocia y hace crecer el Reino de Dios o la del que prefiere conservar lo recibido y devolverlo limpio de polvo y paja y sin complicarse la vida.
Jesús no vino a conservar el pasado, sino a transformarlo y darle nueva vida y nuevo rostro. Claro que, todo riesgo de lo nuevo pone en peligro el estatus de quien se ha instalado en el pasado y no quiere saber nada de cambios. Claro está que también pone en peligro la vida del que, a pesar de todo, se arriesga a lo nuevo.
Dos actitudes que siguen dándose también a lo largo de la historia de nuestra fe y de nuestra Iglesia. La actitud de los que “enseguida comienzan a negociar y producir ganancias” y la actitud de los cobardes, de los miedosos que prefieren “conservar” y devolver lo recibido.
Resulta curioso. El que no negoció su talento tampoco lo perdió, lo devolvió tal cual; sin embargo, el Señor se lo quitó y se lo dio al más arriesgado.

No reconocer los dones que hemos recibido, no reconocer nuestras cualidades, es como apagar las luces del árbol de Navidad. Es como apagar las luces de nuestro cuarto de estar y quedarnos en la oscuridad sin encontrar la llave de la puerta. Pero creo que hay algo más importante todavía.
¿Será que Jesús quiere que le devolvamos el Reino tal y como Él nos no entregó? ¿Será que Jesús quiere que conservemos la gracia que nos regaló y no que la hagamos fructificar en santidad?
Él se corrió el riesgo de hacer crecer y madurar lo viejo anunciando lo nuevo. Jesús prefiere el riesgo a la comodidad. Jesús prefiere el riesgo a las seguridades. Todos estamos llamados a jugarnos la vida para hacer cada día más vivo el reino de Dios.
Dios quiere que sus semillas no se pierdan sino que den fruto. Dios no nos entregó el Evangelio para que se lo devolvamos encuadernadito, empastado y sin uso. Dios prefiere que le devolvamos el Evangelio, con las páginas gastadas, arrugadas e incluso con páginas que ya nadie puede leer.
Fuente
La Iglesia que camina
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