MARISTAS BOYS 78

VINO A HABITAR ENTRE NOSOTROS
El comienzo del Adviento

Tras la fiesta de Cristo Rey iniciamos el tiempo litúrgico de Adviento; un tiempo en que la Iglesia nos propone reflexionar y orar sobre la venida de Dios al mundo. No es fácil hacerlo, pues debemos abrirnos paso entre la parafernalia publicitaria de la época, e incluso entre presentaciones piadosas bien intencionadas pero alejadas del núcleo esencial de aquello que celebramos.

En el versículo 14 de primer capítulo del evangelio de Juan tenemos la clave para encontrar lo esencial de la Navidad:“Y la Palabra se hizo carne y puso su tienda entre nosotros”. La Palabra se refiere a la expresión de Dios que da fruto, (Dabbar en hebreo = palabra y semilla) y el poner su tienda entre nosotros es una expresión clarísima para un pueblo nómade: se juega por nosotros totalmente, viene a correr nuestra suerte. Y justamente por ello, la Navidad debe llenarnos de alegría; ¿cómo no celebrar que el Dios Todo Poderoso decidió compartir nuestra vida?

Poco a poco diversos elementos se han ido agregando a nuestra fiesta navideña: algunos simbólicos e interesantes, como la corona de Adviento (símbolo de la eternidad), los árboles de Navidad, los “belenes” o “Nacimientos”, introducidos por San Francisco de Asís, los villancicos. Otros un poco más comerciales pero que si los sabemos orientar pueden ayudarnos como los regalos dados con afecto, las tarjetas que expresan el recuerdo a pesar del tiempo y la distancia. Algunos que ayudan a la unión familiar como la cena navideña, el reencuentro viniendo desde tierras lejanas. Otros litúrgicos que nos ayudan a orar como las misas de adviento, la oración familiar con la corona, la misa del Gallo.

Lo importante es que todos estos elementos formen parte de la clave de la fiesta: celebrar al Emmanuel, el “Dios con nosotros”. Eso es lo que nos llena de alegría, lo que da sustento a nuestra fe, lo que nos lleva a gritar con el Evangelio: ¡Maranatha! ¡Ven, Señor Jesús!

Juan Borea Odría