Esta es una historia inubicable en el tiempo y el espacio, quizás lo que acá se diga nunca ocurrió o quizás todo sea cierto, no lo sé, prefiero como Heráclito someterlo todo a duda y ponerme a buen recaudo del recelo y la maledicencia. Y es que el problema de lo que pasó reside en sus protagonistas, que a pesar de sus rasgos de ensueño son de carne, hueso y conciencia; a tal punto que, la historia se convirtió en fábula y los personajes de leyenda decidieron tomar por asalto la realidad.
Cómo sucedió esto, nadie lo sabe, pero de lo que si estoy seguro es que los involucrados en esta aventura de alguna forma logramos conectar nuestros espíritus hasta materializar aquellos versos del buen Benedetti que a boca de jarro nos sentencia que: “…la gente vive feliz aunque no tenga permiso”.
LOS VIAJEROS
- Un hombre de Cro-Magnon perteneciente al paleolítico superior, llamado “Pedro”, llegado directamente desde Piedradura y quien es el encargado de emborronar estas líneas.
- El Comité Directivo en pleno, liderado por un Babuino Chinchano que se hace llamar “Memín” a quien le encanta la Fanta y los riquisisíííííííííííímos… tamales sureños junto a sus dos lugartenientes: un Octópodo, compulsivamente enemigo del matrimonio y encargado de juntar el billete para lo que sea menester; y un hiperactivo Lobezno, que a veces parece coyote porque siempre está cojo o se tropieza, pero que es un eximio artista y mejor persona aún, dado a la tarea logística y de que el grupo camine al ritmo de la modernidad virtual y del buen gusto.
- El eternamente risueño “Bolinho” (léase “Boliño” o “Bolillo”) cada día más esférico, quien nunca le pondrá mala cara a un buen caldo de gallina y que ronca como locomotora a la hora de dormir.
- Un buhito que se aburrió de estar parado en el hombro de Minerva y aleteó con su mochila hacia el terminal terrestre para acompañarnos dejando en pindinga a sus alumnos por que ya se le hacía tarde.
- Un escurridizo jerbo orejudo, que ante la convocatoria, se vino raudo con avioneta y todo desde el desierto del Gobi hasta el aeropuerto de Huaraz para cerrar con broche de oro la travesía.
- Nuestro gran amigo, que tiene nombre de emperador romano y es el rey de las paradojas ya que siendo miope, hipermétrope y astigmático se dedica, con eficiencia, a la noble práctica de la optometría, oficio que sabe combinar con sus aficiones gastronómicas y de buen gourmet.
- El mítico Gollum, personaje salido del “Señor de los anillos”, quien tocado de nervios por las nuevas experiencias preguntaba a diestra y siniestra exacerbantes conjeturas, sobre todo a la hora del soroche del gran “Gazú”.
- El gran “Gazú”, quien -como su servidor- se escapó de la pluma de Hanna-Barbera, y que se la jugó por entero para estar con nosotros y cumplir, como se debe, con sus obligaciones familiares y de paso corroborar in situ las dimensiones de la última cabeza clava en Chavín.
- Y por último –y no por ello menos importante- nuestro estimado “Pulgarcito” el único liliputiense que continúa creciendo per saecula seculorum.
EL VIAJE
Como podrán comprobar, este es un grupo bastante variopinto que dice y hace a pesar de las complicaciones “normales” de la vida. Parecía mentira, pero estábamos ahí, llenando nuestros pulmones del aire andino de Huaraz y nuestros espíritus de una gran fraternidad que sólo puede entenderse cuando se es vivida por personas que durante décadas hemos sabido mantener el hilo conductor que nos convoca y que siempre termina por reunirnos en actividades que nos hacen crecer como seres humanos.
Desde que subimos al bus, con “visión panorámica” de la oscura madrugada, hasta el regreso en exclusivo vuelo de avión auspiciado por el buen jerbo orejudo y aviador, sabíamos que con esta experiencia se abría la “Caja de Pandora” y que los vínculos de amistad entraban en una nueva etapa de mayor consolidación no sólo con quienes tuvimos el privilegio de participar en este viaje sino con todos aquellos que por alguna circunstancia insalvable no pudieron acompañarnos; una dialéctica especial nos transformó porque al regresar de este gratificante fin de semana ya no éramos los mismos que partimos, nos convertimos en una nueva unidad de lo diverso, a tal punto que el lunes siguiente, cada cual en su respectiva actividad, en algún momento del día pasó por nuestras mentes el impulso de comunicarnos con los compañeros de aventura, de una aventura sana y espiritualmente enriquecedora.
Las ocurrencias de ida y vuelta de Pulpín y Cía, las inquietantes interrogantes del buen Gollum, las infinitas fotos del Babuino Chinchano, los videos inacabables del lobezno, los agresivos ronquidos de Bolinho, alguna travesura aventurera de mi parte (como correr en polo por la laguna de Queropata a 4000 m. de altura) y sobre todo el ataque de risa colectiva en el Cuarto 312 cuando nuestro amigo con nombre en emperador romano se alucinó Luis XIV (el rey sol*) y nos dedicó a todos una incontinente y sonora sinfonía gástrica; todo ello es ahora irrepetible, será, más adelante -qué duda cabe- mejor pero nunca igual. Gracias a todos por estos momentos de reafirmación vital, gracias a todos por hacerme sentir que aún estoy vivo aunque siga siendo –en el fondo- un Cro-Magnon del paleolítico superior.
* El rey Luis XIV, se hacía llamar “el rey sol” y solía decir “el Estado soy yo” y a tal punto estaba convencido de que así era, que no tenía empacho de recibir y sentado en su bacinica de oro y aflojando sus intestinos a connacionales nobles y extranjeros inundando literalmente de real fetidez los asuntos de la corona francesa de entonces.
Mario Domínguez Olaya
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