Llámenlo justicia divina o equilibrio cósmico. Lo cierto es que el Día del Padre empieza ser una celebración tan emocionante como el Día de la Madre. Tal vez porque con el correr de los años el hombre se ha animado a pasar más tiempo en un espacio que por siglos fue territorio casi exclusivo de las mamás: la familia.
Cierto es que muchos de nosotros no pasamos mucho tiempo con nuestros hijos porque, en el mejor de los casos, permanecemos ocho horas al día encerrados en una oficina realizando un trabajo sin el cual la estabilidad económica de la familia se vendría abajo. Pero las cosas han cambiado drásticamente, a tal punto que padres y madres comparten no solo la responsabilidad del trabajo sino, sobre todo, la alegría de educar y ver crecer a sus hijos.
Es que nosotros, los padres, más que las madres, albergamos un deseo especial: criar a nuestros hijos a nuestra imagen y semejanza, de tal modo que en el corto plazo se conviertan en una versión chiquita de lo que somos. Porque los papás nunca dejaron de ser niños. A veces exageramos y pretendemos que sean como nosotros, lo cual es un gran error. Pero es mejor equivocarse por exceso que por defecto. Lo cierto es que ahora más que antes el desenvolvimiento de los padres en las familias es más significativo que en tiempos pasados.
Reciban pues, queridos amigos, el saludo del MARISTAS BOYS 78, blog en donde hago la función de editor/administrador y que junto con algunos de ustedes sacamos adelante todos los días. Un saludo cordial lleno de afecto y felicitaciones en este día tan importante para los que somos padres. Pásenla muy bien en unión familiar y para los que conservan a sus viejos aún , también llegue nuestra estima desde aquí.
El Editor
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