sábado, 14 de junio de 2008

EL AMIGO

Una noche, un amigo me llamó por teléfono, me dio mucho gusto su llamada y lo primero que me preguntó fue:
- ¿Cómo estás?
Y sin saber porqué, le contesté:
- No del todo bien
- ¿Quieres que conversemos de algo?, me dijo.
Le respondí que sí y contestó:
- En quince minutos estoy en tu casa,
Y en efecto, ahí estaba, tocando el timbre de mi puerta.

Intercambiamos los saludos de rigor, nos sentamos y yo comencé a contarle algunas de mis desventuras, hablé por horas y horas, de todo un poco, de mi trabajo, de mi familia, de mi esposa, de mis hijos, de mis deudas; y él siempre atento me escuchaba, de este modo pasaron las horas casi sin sentirlo hasta que los primeros rayos de la aurora nos anunciaba que había llegado un nuevo día; yo estaba agotado mentalmente, me hizo mucho bien la catarsis y sobre todo su compañía, que me escuchara, que me apoyara y me hiciera comprender mis errores, en suma me sentía muy a gusto y cuando mi amigo notó que ya me encontraba mejor, dijo:

- Bueno ya es tarde, es hora de retirarme, además tengo que ir a trabajar.

Yo me sorprendí y le dije: - pero porqué no me habías dicho que tenías que ir a trabajar, mira la hora que es, no dormiste nada, te quité tu tiempo toda la noche. Sonriendo me dijo: - no hay problema, para eso estamos los amigos. En ese momento me sentí muy orgulloso de tener un amigo así.

Lo acompañé hasta la puerta de mi casa... y cuando él me dio la espalda le dije:

- ¡Hey!, amigo, se me olvidaba, ¿por qué me llamaste anoche tan tarde? El volvió sobre sus talones, me miró a los ojos y contestó en voz baja:

- Es que quería darte una noticia no tan agradable...

Y le pregunté: - ¿Qué sucede?

- Hace una semana me hice unos análisis y el médico me ha dicho que tengo un aneurisma en el cerebro, que no se puede operar y el desenlace fatal puede ocurrir en cualquier momento por eso quería decírtelo, personalmente, antes que sea demasiado tarde.

Yo me quedé pasmado, sin saber qué decirle mientras que él, siempre sonriendo, me estrechó la mano y se volvió despedir: - Que tengas un buen día amigo; acto seguido se dio la vuelta y se fue apurando el paso...

No tuve reacción inmediata, me quede helado, parado en mi puerta, viendo como se alejaba y pasó un buen rato hasta que asimilé la situación preguntándome una y otra vez, porqué cuando me dijo ¿cómo estás? sólo comencé a hablar sobre mi, de mis problemas y me olvidé de él casi por completo. ¿Cómo tuvo la fuerza de sonreírme, de darme ánimos, de decirme todo lo que me dijo, estando él en esa situación?... esto era increíble y doloroso...

Traté de ubicarlo durante toda la semana, casi no paraba en su casa, me averigüé la dirección de su trabajo hasta que lo encontré solo para darle las gracias por la lección que me había dado ya que desde ese día mi vida cambió; ahora suelo ser mas crítico con mis problemas y no ahogarme en un vaso de agua, tengo la necesidad de disfrutar más de las cosas buenas de la vida, trato de aprovechar más el tiempo con la gente que quiero y estimo, por ejemplo con mi amigo, y procuro escuchar más a las personas, quiero conocer a los humanos y encontrarme cada vez más en cada uno de ellos. Ahora continúo disfrutando de sus bromas, de sus locuras, de su seriedad, de su sabiduría, de su temple, de mi amigo…
Mario Domínguez Olaya

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