Esa es una frase que la tengo metida en la cabeza desde hace mucho, fue la primera y única vez en toda mi vida que me la dijeron en un tono muy enérgico y con una pistola apuntando mi cabeza. Gracias a la insistencia de Walter, voy a contarles un episodio muy singular, anecdótico y ahora hilarante donde nuestro amigo Rubén "Loco" Solórzano es el protagonista siendo merecedor al Oscar por su notable actuación una noche de verano de un mes y un año de comienzos de los ochentas, que la censura de mi memoria se ha encargado de sepultar hasta ahora que la evoco nuevamente.
A Rubén todos lo conocíamos como deportista, alegre y muy ameno, muy fiel amigo, no tan estudioso y todo un artista en "bruto" -palabra dentro del contexto apropiado- que ahora sería toda una estrella dentro del espectáculo. Claro él jamás lo admitió y hasta ahora se resiste a pensar que tiene un gran talento para ser un gran showman, es por eso que cae tan bien a los que lo conocen. "Ser artista es una profesión de bajo calibre, voy a ser médico o dentista", dijo en más de una oportunidad y con ese pensamiento se ha pasado toda su vida por "enterrar" aquel talento innato.
Tuve muchos problemas con la "gentita" de mi mancha para ser su amigo, siendo tan diferente a mí encajamos muy bien. El ingreso del Loco al grupo fue algunas veces un gran dolor de cabeza, pero muy enriquecedor. En el colegio yo era muy serio, tímido y estudioso, Rubén distanciaba mucho de ese arquetipo de personalidad, él era todo lo contrario, todos lo conocían, ser amigo de Solórzano era el acceder a cierto grado de mínima popularidad por lo menos para mí.
Disfrutaba de su compañía, él creo que se hizo amigo tan solo para "pasar piola" con los estudios, por lo menos al comienzo, ya que después se convirtió en una gran amigo que hasta ahora es a pesar de la distancia. Además creo sin temor a equivocarme, que hablar del "loquito" es referirse también de la historia de la promoción Pablo VI y a la del colegio Maristas, porque él estaba en todas, hasta hizo de cantante compitiendo en los Juegos Florales de 1978 -esa historia es un cuento aparte- en donde causó asombro su participación.
Creo que la simbiosis entre Rubén y yo resultó positiva a través de todos esos años que compartíamos travesuras juveniles, de él aprendí a ser espontáneo, sin tenerle miedo al ridículo, a tener alma de niño, a ser muy servicial y muy acomedido. Le contagié un poco de interés a las metas que nos trazábamos, a ser constante y disciplinado. Realmente esa "sociedad" trabajaba bien....muy bien diría yo. Participó en muchos trabajos grupales conmigo, asignaciones durante la etapa escolar, exposiciones, pero donde más más gocé de su amistad fue cuando salimos del colegio. Como saben formábamos un grupo en La San Rasputín -academia preuniversitaria formada por algunos de la promo- que ya se han encargado de hablar algunos de los que escriben en el blog. Aquí Solórzano era la estrella de la catarsis y nos oxigenaba un poco con su humor. Con Rubén también compartí el aula en la Academia San Fernando exclusiva para postulantes a Medicina y carreras de Salud. Aunque un poco controlado, no dejaba su chispa y en más de una oportunidad la gente disfrutaba de sus ocurrencias y también algunas veces fue invitado a salir de la clase por abusar de su talento. Solórzano Acuña tenía bien claro que postularía a Medicina o a una carrera parecida y la verdad que lo ví superarse. Era 1979, las cosas comenzaban a cambiar en el Perú de entonces, ya teníamos formada la Asamblea Constituyente, la economía se encontraba venida muy a menos por los constantes "paquetazos" y se respiraba un ambiente muy disconforme entre los peruanos, marchas, huelgas, paros y manifestaciones eran el pan de todos los días.
Llegan los ochentas, y con ella el regreso de la Democracia y todos sus vicios, ingresé a Odontología en San Marcos, el loco no tuvo igual suerte. Paralelamente yo estudiaba Mecánica Dental -lo que ahora se hace llamar Laboratorio Dental- en un instituto superior, eso me introdujo de lleno al mundo de los dientes y anexos. Rubén era mi confidente de muchas cosas, él sabía toda mi vida de pe a pa practicamente, se convirtió en un gran amigo que disfrutaba conmigo de muchas tertulias hasta altas horas de la noche, música, de tragos -no tanto en este punto- Fue aquel amigo fiel y parábamos de un lado para otro, nunca me divertí tanto con alguien como con el loco. Durante los siete primeros años de los ochenta éramos "uña y mugre" para todo. Supo de mis amoríos, y yo de los suyos. Compartíamos momentos en actividades familiares, en tonos, alegrías y tristezas. Tuve un tórrido romance con una chica boliviana tanto así que casi me caso, ella era de Santa Cruz de la Sierra, de la amazonía de Bolivia. Solórzano no se perdía ninguna de las historias que le contaba acerca de ese idilio y me aconsejaba en algunas cosas sobre la relación que mantenía con ella. Mary Fanny -así se llamaba- vivía sola con sus hermanas en San Isidro y yo ha veces me quedaba en su casa, el loco me decía que quería ir también pero felizmente le decía que no se podía.
Cuando la calentura pasó y llegó la sensatez y cordura en mis pasos, sin querer queriendo el amor nuevamente llegó a mí , alguién muy especial hizo que poco a poco me alejara de Rubén -creo que nos pasa a todos cuando perdemos la chaveta por una mujer- , pasaron algunos meses y me enteré que Solórzano había ingresado a la Escuela de Suboficiales de la Policía de Investigaciones del Perú (PIP)...."Qué????" me dije a mi mismo. "El Loco de raya???" -raya se le conocía al policía detective- nunca imaginé tan determinación vocacional, sabía que el loco tenía vocación de servicio pero no tanto, más lo imaginaba como bombero, misionero o hasta de cura, pero policía jamás....
Supe más tarde, al cabo de unos años de su graduación. Pero de la manera más peculiar, por no llamarla de otra manera. Estaba yo en el comedor de mi casa junto con mis padres, una noche de verano, creo que cenando y departiendo junto a mis hermanos, cuando llaman a la puerta. Era un toque muy enérgico, fuerte y poco común. Me levanto de la mesa y acudo a ver de quién se trataba. Fue cuando abro la puerta y de la penumbra sale una persona que me apunta con una enorme arma a la cabeza y me dice en tono muy enérgico y casi gritando: "Te llegó la hora...muérete maldito...!!" Era Rubén Solórzano que me apuntaba con una pistola o revolver la sien izquierda, era un arma grande de color plateado muy similar a la que usaba el Llanero Solitario alguna vez. Fue un realmente un gran susto, acto que después Solórzano Acuña, rompió en carcajadas y me saludó como siempre, yo quedé frío y con las justas le contesté el saludo. Mi papá estuvo detrás mio cuando eso sucedió y se "ganó" con todo. Más o menos el diálogo fue así después:
- Don Pancho: ¿Qué haces animal...?
- El Loco: Nada Don pancho, vengo a saludar a Paco...
- Don Pancho: Esa es la manera de saludar a la gente?...con una pistola?
- El Loco: No es nada Don Pancho, no se preocupe. Me he graduado de Policía PIP..!
- Don Pancho: Cuál pip ni ocho cuartos...! Estás complemetamente loco para venir a mi casa y jugarte de esa manera con nosotros...!
- El Loco: No es para tanto Don Pancho...
- Don Pancho: Hazme el favor de retirarte tu y tu arma de mi casa..!!!
- Paco: Solo estaba jugando Rubén conmigo...
- Don Pancho: Esa manera de jugar que tiene. Una arma en su poder es como dársela a un niño..! No voy a permitir que ingreses a mi casa con una cosa así, así que lárgate..!
- Paco: Pero papá...
- El Loco: Don Pancho disculpe....
- Don Pancho: FUERRAAA!!
Y así terminó ese episodio, Rubén no apareció por mi casa en meses debido al roche, tal acto para mí fue tan solo una broma de mal gusto. Mientras para él fue una gran actuación que siempre estaba acostumbrado hacer, pero lamentablemente para mi viejito fue una gran ofensa de su parte. El mismo acto visto de diferentes maneras. Si hubieran visto la pose del loco al abrir la puerta de mi casa, con las piernas abiertas, las manos al frente sujetando el arma - misma intervención policial a la banda de los Destructores- con una mirada desafiante a lo Clint Eastwood con ceja levantada y todo, esa fue su notable aparición frente a mí aquel día.
Esta es una de tantas anécdotas que existen sobre él y que se constituyen practicamente en Leyendas urbanas en donde la figura del Loco Rubén siempre estará vigente. Estraño esos años de juventud, aquellas travesuras un tanto inmaduras, esa espontaneidad típica de Solórzano ya no está. Actualmente radica en Santa Cruz de la Sierra, casado con una boliviana y jefe de familia, a cientos de kilómetros de aquí. Recibe un sincero saludo amigo -se que visitas regularmente el blog- esperando volvernos a encontrar para experimentar otras historias que adornen nuestras vidas, por mientras te prometo que te tendré muy presente en cada una de las historias que escriba en adelante...
Paco Cárdenas Linares
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