sábado, 28 de agosto de 2010

EL TESTIMONIO DE WARIS DIRIE

La vemos en las pasarelas de New York, París o Roma, en las revistas de las más bellas top model, y ahora como embajadora especial de la ONU en la lucha contra la mutilación femenina y jamás adivinaríamos su procedencia, la violencia que tuvo que soportar y su capacidad para reconstruirse como ser humano a pesar del dolor y la tragedia.
Tiene en su haber 4 libros publicados y traducidos a varios idiomas:
- FLOR DEL DESIERTO, (1997)
- AMANECER EN EL DESIERTO, (2002)
- NIÑAS DEL DESIERTO , (2005)
- CARTAS A MI MADRE, (2007)

Todos ellos testimoniales y de denuncia a un flagelo actual, pero remotamente atávico: la mutilación sexual de la mujer en Africa y otros países “confesionales” de la corriente islámica ortodoxa, que bajo el pretexto de rituales y creencias religiosas enmascara una abierta violencia contra la mujer degradándola a un nivel de cosificación extremo.

Estas líneas fueron vertidas en una entrevista que le hizo en Barcelona el escritor y periodista Víctor Amela.

“Nací en el desierto de Somalía, no sé la edad que tengo, lo único que sé es que cada día es nuevo ¿33 años ? ¿36 años ? ¡ qué más da !, en el desierto no hay papeles ni falta que hacen. El desierto fue mi hogar durante toda mi infancia, yo pastoreaba el rebaño de camellos y cabras de mi padre. Lo peor era estar descalza, el suelo erizado de piedras, no podíamos pagarnos un par de sandalias.

¡Cómo me sangraban los pies !.
No teníamos nada, ni casa , ni agua, éramos nómadas…pero teníamos el rebaño y a nosotros mismos.
¡ Estábamos bien ! unidos : mi madre , mis hermanos, mi Padre…me pegaba, pero… Él mandaba era un hombre fuerte, alto, sólido, guerrero. Pero debo decir que años después cuando estaba sola en Nueva York, habría preferido mil veces un bofetón de mi padre a esa soledad ruidosa de la Gran Manzana.

Llegué a Nueva York por un milagro , Cuando tenía 13 años, me escapé. Mi padre iba a casarme con un viejo de 60 años porque le daba 5 camellos. Yo era especial, rebelde. Las niñas son educadas para trabajar y ser ofrecidas en matrimonio, eso quieren los padres para sus hijas. La madre se preocupa de que su hija sea pura, limpia, virgen y por eso la mía a los cinco años me llevó a la ablación por amor a mí.

¡ Y yo , claro quería ser “pura y limpia” !
En Somalía se practica la ablación más severa : se extirpan clítoris y los labios menores de la vagina. La herida se cose dejando sólo una abertura del diámetro de un guisante, para la orina y la menstruación…


Mi hermana murió desangrada y yo desde aquel día… supe que ya nada podría destruirme. ¡Sólo temo a Dios! ALÁ ES YA EL ÚNICO QUE PUEDE HACERME DAÑO…

A mi regreso de África, lo conté todo. A periodistas, en conferencias, en programas de televisión, y me convertí en defensora de las seis mil niñas que, todos los días, son mutiladas. ¡Nada puede ser peor que orinar y menstruar por una abertura del tamaño de un guisante!.

Cuando empecé a hablar sobre la ablación en Estados Unidos, me sentí muy culpable, porque estaba criticando la cultura de mi familia amada.

Hoy me dedico a conseguir medios para formar maestros en Somalía, educar a niñas , a las madres… y lo he logrado con la mía. Veinte años después de escaparme de mi casa he vuelto a Somalía. Me reencontré con mi madre… y ya piensa como yo. ¡HAY ESPERANZA !

Para escaparme, crucé el desierto; una mañana desperté con un león ante mí, con su enorme melena y grandes colmillos, y le dije: cómeme, estoy preparada… y se fue; ese día supe que ALÁ me reservaba para algo… y fue que encontré a una tía mía que estaba casada con un diplomático somalí destinado en Londres y pedí que me llevaran allí como criada.

¡ Nunca antes había visto blancos !.
Me pregunta si cambiaría algo de mi cuerpo ?, si mis piernas que están arqueadas, pero no: Les doy gracias, porque son hijas de mi malnutrición infantil y ellas me recuerdan quién soy.

La única hermosura que valoro es la del alma, debemos dar gracias por estar vivos…
Hoy no me falta nada… pero cuando veo el agua que se va por el desagüe al ducharme me desespero.

¡ LO QUE HARÍAN EN EL DESIERTO CON CADA GOTA…!
Regresé a Somalía después de 22 años, el viaje de regreso fue muy chocante, recuerdo que atravesando el desierto en un jepp, le dije al chofer que se detenga para recoger a una señora que caminaba con los pies ensangrentados.

El chofer respondió: No te preocupes, sólo es una mujer.

Volví a ver mi padre, le habían robado su rebaño y operado de los ojos con un cuchillo en el desierto : quedó ciego…
A aquel hombre tan poderoso y fuerte lo vi ahora frágil y desvalido… ¡Pero aún con la cabeza en alto!.

Cuando nos despedimos me dijo: Tú eres como yo.
Mi padre… ¡estaba orgulloso de mí! Y LLORÉ… "

Mario Domínguez Olaya

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