jueves, 19 de enero de 2012


EL “BRILLANTE COMANDANTE”, O EL CULTO A LA PERSONALIDAD


Este artículo no es un análisis de política internacional, como pudiera pensarse, sino la utilización de datos históricos para reflexionar sobre los seres humanos y sus motivaciones. Reflexión que en otros marcos históricos nos puede ayudar al análisis de nuestra propia sociedad.

Cuando era joven universitario leía la revista internacional de Corea del Norte; cada página mostraba coreanos sonrientes, escuelas, hospitales, fábricas o cultivos en expansión; en el papel, una sociedad ideal. Y en cada página figuraba por lo menos una vez fotos o textos resaltando el papel del “venerable y paternal líder” camarada Kim Il Sung, del “querido dirigente”, camarada Kim Song Il, o de la Idea Juche como el “pensamiento guía” del pueblo.

Muy pocos conocemos esta historia, pero deberíamos conocerla por sus implicancias. Kim Il Sung asume el papel de Primer Ministro en 1948, y lo mantiene hasta su muerte en 1994, en que asume el poder su hijo Kim Song Il; ambos gobernando con mano férrea y eliminación brutal de cualquier disidencia en un país que cuenta con el cuarto ejército mayor del mundo, y el 20% de la población masculina (más de un millón de hombres) bajo las armas. Tras la muerte reciente del “querido dirigente”, asume el mando un personaje hasta ahora desconocido, el hijo del anterior: Kim Jong Un.

Nada más lejano de un auténtico pensamiento marxista que una dictadura que se transmite por herencia en el cual las masas tienen solo el papel de adorar y seguir al líder iluminado. Y como corresponde a este estilo de gobernar, ya se está creando el nuevo mito para continuar el culto a la personalidad del hasta ayer ignorado joven que fue anodino estudiante secundario en Suiza, y hoy lo han convertido en el “Brillante Comandante” y la “Estrella del amanecer”. La televisión y la prensa norcoreanas presentan sus recién descubiertas virtudes, la experiencia adquirida nadie sabe donde en sus cortos 27 años y nula historia laboral, y se esfuerzan en crear una ficción biográfica que otorgue visos de legitimidad a su ascensión al trono; los niños ya están cantando las canciones que alaban la capacidad militar del 'Brillante Comandante' y su arrojo en sus estudios militares.

Lo trágico es que esto no es película sino realidad, y revela facetas presentes en nuestra constitución de seres humanos. Hace décadas el sicoanalista Erich Fromm escribió un clásico, “El miedo a la libertad” con ocasión de las dictaduras fascista y estalinista; un libro que deberíamos leer para prevenirnos de esa posibilidad, pues no estamos exentos de la misma (es un libro que está en versión digital). A otro nivel, basta pensar lo vivido en la época de Sendero Luminoso con el “Pensamiento Guía” del “Presidente Gonzalo”, y la iconografía senderista que lo exaltaba como el indiscutido “auténtico faro de la revolución mundial”. A otros niveles los mercenarios del periodismo y la comunicación crean mitos que no corresponden a las personas reales pero que las ayudan a encumbrarlas en la farándula, la política o el deporte. Pensemos si no en Maradona, en la dinastía Assad en Siria; en Joseph Kabila, que festeja su cuestionable reelección a la presidencia congolesa que le heredó su padre.

Debemos reaccionar ante cualquier culto a la personalidad, en niveles grandes y pequeños. Todos los seres humanos tenemos virtudes y defectos, grandes motivaciones conviviendo con pecados y fallas. Reconocerlo de esa manera nos ayuda a apreciar lo bueno que hacen sin esperar de ellos la perfección ni la brillantez. Apreciemos a las personas por las cosas buena que son y que hacen, y sepamos que tienen derecho a la debilidad y la caída como seres humanos que son; seguir a nuestros líderes en lo bueno, y denunciar lo incorrecto. Solo así puede una sociedad vivir en libertad.

Juan Borea Odría

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