SUEÑOS QUE NO ERAN SUEÑOS
Sentí mis párpados muy pesados, como si estuvieran sostenidos cada uno por un lastre de plomo, sin embargo lo extraño era que podía ver lo que acontecía a mí alrededor, ¿sería este el inicio de un mal sueño o de una pesadilla? –me pregunté- y me dejé llevar por esta singular sensación ignorando, por supuesto, hacia dónde me llevaría.
Asumí este estado como si fuera un viaje, un viaje que no discurría por caminos lineales ni por largos recodos, ni siquiera eran escabrosas quebradas o empinados lomos de montaña, no; el camino se me presentaba como planos que fluían en el espacio, y se movían no en línea recta sino en un movimiento en espiral lo que me permitía apreciar con claridad el ayer en simultáneo con lo que vendrá mañana mientras que el presente se aparecía como breves fogonazos, instantes minúsculos de equilibrio que me dejaban la sensación de una permanente intranquilidad.
Tal era el caso que, en una de estas vueltas, me sorprendí niño, jugando a las canicas, cazando lagartijas con mis amigos de ayer y de hoy enfrascados en tenaces combates con proyectiles de terracota entre recreo y recreo hasta llegar a la casa, sudoroso y con el uniforme hecho leña, a la espera de la dulce reprimenda de mi madre que siempre terminaba con una sonrisa y la promesa de ser un poquito mejor el día de mañana.
Observé, mas adelante, al joven sensibilizado tempranamente por el sufrimiento humano, al joven en su inacabable búsqueda entre guerras inconclusas de la solución definitiva para construir un hombre nuevo en un mundo nuevo donde no será rico el que más tiene sino el que menos necesite.
Pasaron por mis ojos aquellos días de dolor, cuando murió la pequeña de un peón de campo en un caserío selvático que en medio de su pobreza me había dado posada y compartía conmigo lo poco que había en su humilde choza, la niña tenía dos años y estaba enferma de anemia y furunculosis como producto de la insalubridad y la mala alimentación, acabó por hacer crisis con una severa bronconeumonía; caminamos un día entero por la espesura del monte con la bebe ardiendo en fiebre hasta llegar a la posta mas cercana y cuando llegamos a las ocho de la mañana el único médico que había no estaba en el puesto de salud por que había ido a atender a un enfermo en otro caserío y recién retornaría al medio día, yo tenía cargada a la bebe cuando a las diez de la mañana abrió grandemente sus ojos, me miró, dio un suspiro profundo que se confundió con el silbido de sus maltratados bronquios y dejo de respirar, la bebe había muerto en mis brazos y me llené de cólera.
Lo vi, finalmente, enamorado de la combativa joven que compartía su búsqueda, los vi amarse con intensidad caminando juntos un buen trecho, íbamos muy bien hasta que de tanto buscar se me perdió en medio de la vorágine del caos y la insensatez, hasta el día de hoy la busco y no pierdo la esperanza de encontrarla nuevamente en algún recodo del camino, por que sólo cambió la forma y lo de adentro sigue intacto, por algo estamos casados desde hace veintesiete años y hemos construido un hogar.
Sin embargo, yo continuaba sin poder abrir los ojos y eso comenzaba a angustiarme, y me dije:
- estoy soñando y ya debo despertar, y no sabía cómo hacerlo, mientras tanto las imágenes se sucedían unas tras otras sin respiro hasta que una de ellas llamó poderosamente mi atención; unos hombres, desconocidos para mí, con bata de médico y guantes quirúrgicos hablaban entre ellos, agucé la atención y pude escuchar:
- hora del deceso: aproximadamente seis p.m.
- rigor mortis: cuatro horas.
- posible móvil: sobredosis de somníferos, a ser refrendado por la autopsia.
- sin señales de violencia externa.
Todo cobró sentido entonces, no estaba soñando, ni era una pesadilla, simplemente sucede que me había muerto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si deseas, déjanos tu comentario