UNA VIEJITA JUGADORA
Cierto día, se presentó en el Banco una viejita con un bolso repleto
de dinero, lo llevaba bien apretado sobre su pecho e insistía en hablar personalmente con el presidente del Banco para poder abrir una cuenta de ahorros.
La viejita no entraba en razones, no quería saber nada de ningún otro funcionario que no fuese el mismísimo presidente, se armó tal alboroto que sus ecos llegaron a la oficina del presidente del Banco quien al enterarse de la situación y, sobre todo, enterarse de la gran cantidad de billetes que la viejita tenía en su bolso decidió atenderla y no perderse semejante negocio, incluso se le pasó por la mente que quizás la añosa fémina muriese pronto y con suerte no se presentaría ningún heredero y el botín, perdón, el depósito quedaría como patrimonio del Banco.
Después de estas divagaciones, la viejita ya se encontraba sentada frente a su escritorio sin soltar el bolso con el dinero y él entró acomodándose en su confortable sillón y le preguntó con cuánto dinero abriría su cuenta.
Ella respondió: 165.000 dólares, y vació su bolso encima del escritorio.
En ese momento al presidente se le abrieron los ojos y sus pupilas adquirieron la forma de caja registradora, pero una duda pasó fugazmente por su mente: - ¿no será esta viejita la testaferra de algún cartel que quiere lavar sus billetes en mi Banco? Tendré que asegurarme, pensó.
- Señora, no es muy usual que alguien cargue tanto dinero encima. ¿De donde lo ha sacado?, preguntó. Y la viejecita respondió:
- me dedico a las apuestas.
- ¿Apuestas? preguntó el Presidente. ¿Qué clase de apuestas hace para que le reporten tanta utilidad? La viejecita contestó:
- bueno, yo hago apuestas muy sencillas y generalmente las personas siempre quieren jugar conmigo; por ejemplo, ¡le apuesto en este momento 25.000 dólares a que sus pelotas son cuadradas!.
El Presidente dio un respingo sobre su sillón y soltando una carcajada dijo:
- Esa es una apuesta estúpida, Ud. no tiene ninguna posibilidad de ganar con una apuesta como ésta. La viejecita lo volvió a desafiar:
- ¿no tiene Ud. Las agallas para aceptar mi apuesta? ¡Por supuesto que sí!, respondió el Presidente, acepto la apuesta de 25.000 dólares a que mis pelotas no son cuadradas.
Muy bien, dijo la viejita, - De acuerdo, pero ya que hay mucho dinero en juego ¿puedo venir mañana a las 10 de la mañana con mi abogado para que sea el testigo de la apuesta?
- Por supuesto, respondió el arrogante Presidente saboreando de antemano los 25.000 dólares de la viejita.
Sin embargo, aquella noche en la intimidad de su dormitorio, el Presidente comenzó a sentirse muy nervioso por la apuesta, - ¿Por qué haría la viejita una apuesta como esa? ¿Habrá acaso alguna posibilidad de que mis pelotas sean cuadradas?, y paso largo tiempo mirándose las pelotas en el espejo, las examinaba de un lado a otro una y otra vez, luego de un minucioso examen respiró tranquilo y quedó absolutamente convencido de que sus pelotas no eran cuadradas y que ganaría la apuesta.
A la mañana siguiente, a las 10 de la mañana en punto, apareció la viejita con su abogado en la oficina del Presidente. Hizo las oportunas presentaciones y repitió la apuesta:
- 25.000 dólares a que las pelotas del Presidente son cuadradas. De más está decir que por todo el edificio ya se había corrido la bola de tan inusual apuesta y varios empleados se encontraban atentos de tras la vidriera a la espera del desenlace de semejante acontecimiento.
El Presidente aceptó nuevamente la apuesta y la viejecita le pidió que se bajara los pantalones para que todos lo pudieran ver. El director se los bajó, la viejecita se acercó y miró sus pelotas detenidamente y le preguntó si las podía tocar.
- Bien, de acuerdo, dijo el Presidente 25.000 dólares es mucho dinero y comprendo que quiera estar absolutamente segura, y la viejita sin esperar otra palabra ya tenía en sus manos sopesando las pelotas del presidente del Banco. Entonces, el presidente con los pantalones en el suelo y con la viejita sobre sus pelotas, se dio cuenta de que el abogado estaba mordiéndose la corbata y golpeándose la cabeza contra la pared. El Presidente preguntó a la viejita:
- ¿Que le ocurre a su abogado? Y ella contestó:
- Nada, se ha puesto así porque ayer le aposté a él 100.000 dólares a que hoy, a las 10 de la mañana, tendría al Presidente del Banco sujeto de las pelotas.
Mario Domínguez Olaya
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