sábado, 26 de febrero de 2011


EL SENTIDO COMÚN, EL MENOS COMÚN DE LOS SENTIDOS

Últimamente, y de manera conminativa y vertical, he venido escuchando repetidamente aquello de ¿por qué no usas el sentido común? y siempre me queda una gran inquietud que hace que me pregunte: ¿a qué sentido común se refieren? ¿al suyo, al mío, al de aquel? ¿existe un sentido común macizo, afín a toda la humanidad? lo que para alguien puede ser sentido común para mi puede que no lo sea, o, lo que en un momento es sentido común para muchos más adelante puede que sea lo contrario; por ejemplo hasta hace algo más de cuatro siglos el sentido común afirmaba que la tierra era plana y la luna era de queso y quien se saliera de ese sentido común era firme candidato a la hoguera inquisitorial. Es pues, en este sentido, que llego a la conclusión de que, como también se dice, el sentido común es el menos común de los sentidos y se apela a él con suma facilidad para enajenarse (evadirse) del momento y la situación para considerar las opiniones y actitudes del otro ante quien debería reflejarme como un igual, como un ser humano social.


Vale la pena, cuando menos para mí, detenernos un momento y profundizar un poquito en el aspecto conceptual del sentido común. Hegel en su obra “Fenomenología del espíritu” asume una dura crítica al sentido común por considerar que éste se basa en la apariencia y no en la esencia de las cosas y lo reduce a un nivel vulgar y subalterno alejado totalmente de la ciencia, sin embargo al empezar a darle forma a su dialéctica como método de análisis establece dos principios que son parte de su aporte fundamental: 1. Lo general es lo que define el carácter de cualquier realidad y 2. Todo lo real es racional y todo lo racional es real; entablándose una antítesis de su propio planteamiento sobre el sentido común; posteriormente, será Marx el encargado de establecer la síntesis en esta contradicción al establecer la relación de interdependencia entre la esencia y la apariencia –“…si la esencia y la apariencia coincidiesen, la ciencia no sería necesaria…”- es decir, la esencia no puede existir sin la apariencia y viceversa, puesto que la apariencia es la manifestación exterior de la esencia y esto es evidente en la percepción que cualquier persona tiene de la realidad inmediata que lo circunda y lo vincula con el resto de la humanidad y vuelve realmente complejo el concepto que se tiene sobre el sentido común.

Fue el filósofo italiano Antonio Gramsci quien en las primeras décadas del siglo XX retoma este debate y le da nueva forma en su “Filosofía de la praxis” concibiendo teoría y práctica como una totalidad en permanente movimiento y desarrollo dándole al sentido común un carácter historicista, es así que el sentido común se convierte en el cimiento popular desde donde se elevará toda forma de pensamiento elaborado y científico, por eso desde hace ya algunas centurias era conocido aquel aforismo que hasta hoy perdura: “Vox populi, vox dei” (“La voz del pueblo es la voz de Dios); o aquellos versos inmortales de Vallejo en “España aparta de mí este cáliz”: “Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él…”

Espero no haberlos aburrido con estas líneas, pero me era necesaria esta catarsis conceptual ante el uso y abuso de algo que parece muy simple pero que en realidad encierra una gran complejidad que siempre será bueno escarbarla, aunque sea un poquito, para darnos cuenta que el sentido común no es, necesariamente, lo que yo considero como tal o lo que se adecua a mis intereses, sino aquello que es general a un grupo humano concreto en una situación concreta siempre en movimiento y transformación. El sentido común, como muchas otras cosas, siempre será relativo y nunca absoluto.


Matio Domínguez Olaya

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