sábado, 9 de mayo de 2009

FELIZ DÍA MAMÁJustificar a ambos lados

Nuevamente, me toca escribir algunas líneas en víspera de una fecha tan importante como es el Día de las Madres, y prefiero decirlo así en plural para recordar siempre que no es una sola sino que son todas donde está incluida, en un lugar muy especial, la mía que cerró sus ojos hace nueve años; siempre que evoco a mi madre lo hago con mucho cariño y gratitud por que me enseñó mucho de lo que ahora sé y la recuerdo alegre y bonachona en medio de algún ¡carajo! correctivo pero enternecido a pesar del sufrimiento de la enfermedad que se la llevó, me enseñó por ejemplo a considerar la posibilidad de lo imposible cuando me decía “¡mira como traes de sucia la nuca!” o “¡cierra la boca y cómete todo!” y muchas cosas mas.
Esta fecha es propicia para compartir con ustedes el relato de un sueño que hace poco tuve con ella:

Estaba yo en un salón grande de paredes, techo y piso blanco; sentado en el suelo y escucho claramente la voz de mi madre hablándome desde una habitación:

- Hijo, si quieres puedo hacer que cuando despiertes tengas nuevamente seis años; guardé silencio un momento, no se si mucho o poco -en los sueños las medidas son inconmensurables- y le contesté;
- Mejor no mamá, déjalo como está, por que sería muy doloroso saber también que nuevamente tendrías que morir, y seguidamente me desperté con una lágrima que bajaba por mi mejilla.
Dejemos por ahora que mis recuerdos oníricos descansen en algún lugar del subconsciente y leamos algunas líneas de “La Madre” del ruso Máximo Gorki no sin antes desear un feliz día a todas las mamás conocidas y desconocidas y en especial a todas aquellas que circundan a los compañeros de nuestra promoción; este pasaje corresponde al capítulo XXII de la primera parte de la obra y se enmarca en el momento que Pável (el hijo revolucionario) es liberado de la cárcel luego de ser arrestado por distribuir propaganda socialista en la fábrica, y su madre (protagonista principal de la novela) que también se involucra en las actividades políticas de su hijo lo recibe con efusión y cariño:

LA MADRE
XXII
Un día de fiesta, cuando la madre venía de la tienda, abrió la puerta, y, al pisar el umbral se sintió inundada de pronto por un gozo semejante a la lluvia cálida del estío: en la habitación se oía la fuerte, voz de Pável
- ¡Ahí la tienes! -exclamó el “jojol”.
Vio la madre con cuánta rapidez se volvía Pável y cómo se iluminaba su rostro, augurando algo grande para ella.
-Ya estás aquí... ¡en casa! -balbuceó desconcertada por la sorpresa, y se sentó.
El se inclinó hacia ella, pálido; en las comisuras de sus ojos brillaban luminosas unas pequeñas lágrimas, los labios le temblaban. Estuvo un instante callado, la madre le miraba también en silencio.
El “jojol” silbando suavemente, pasó junto a ellos, gacha la cabeza, y salió al patio.
- ¡Gracias, madre! -dijo Pável con voz baja y profunda, apretándole la mano con sus dedos trémulos-, ¡Gracias, madre querida!

Alegremente conmovida por la expresión de su rostro y el tono de su voz, ella le acarició los cabellos; conteniendo los latidos del corazón, le dijo muy quedo:
- ¡Bendito sea Dios! ¿Por qué?...
¡Gracias, por ayudar a la gran obra nuestra! -repuso él-. Cuando un hombre puede llamar a su propia madre también madre en espíritu es una dicha rara.
Ella, en silencio, bebiéndose ávidamente sus palabras con el corazón abierto, contemplaba al hijo: allí estaba ante ella, tan luminoso, tan cercano.
- Yo, madre, me daba cuenta de que muchas cosas te herían en el alma, eran difíciles para ti. Pensaba que nunca llegarías a estar de acuerdo con nosotros, que no aceptarías nuestros pensamientos como tuyos, que te limitarías a sufrir en silencio, como habías sufrido durante toda tu vida. ¡Esto era duro!...
- ¡Andriusha me ha hecho comprender muchas cosas! - dijo ella.
- ¡Ya me ha hablado de ti! - dijo Pável riendo.
- También Egor. Somos paisanos. Andréi hasta quería enseñarme a leer...- Y a ti te dio vergüenza y empezaste tú misma a aprender a escondidas, ¿no es eso?

- Entonces, ¡es que me ha estado vigilando! - exclamó confusa. Y agitada por la alegría desbordante que llenaba su pecho, propuso a Pável -: ¡Vamos a llamarle!. Se marchó adrede para no estorbamos.
El no tiene madre.
- ¡Andréi!... - gritó Pável, abriendo la puerta del zaguán—. ¿Dónde estás?
- Aquí... Quiero partir un poco de leña.
- ¡Ven acá!
Pero no volvió inmediatamente. Pasado un rato, al entrar en la cocina, declaró, mostrándose atareado por las necesidades caseras:
- Hay que decirle a Nikolái que traiga leña, tenemos poca. ¿Ve usted, madre, cómo está Pável?. En lugar de castigar a los rebeldes, el gobierno los engorda...


La madre se echó a reír. Se le oprimía el corazón dulcemente, estaba embriagada de gozo, pero un sentimiento ávido y prudente le infundía ya el deseo de ver al hijo tan tranquilo como de ordinario. Había demasiada dicha en su alma, y deseaba que la primera gran alegría de toda su existencia se le aposentara al instante para siempre, en el corazón, con la misma vida y fuerza con que había llegado. Y temerosa de que se le aminorase la dicha, se apresuraba a protegerla, como el pajarero que ha atrapado, por casualidad, un ave rara.
- ¡Vamos a comer! Tú Pável, ¿aún no habrás comido nada? - propuso la madre, diligente.
- No. Me enteré ayer por el celador de que habían resuelto ponerme en libertad, y hoy, de alegría, no he podido comer ni beber nada...
Máximo Gorki
(Tomado de: “La Madre” de Máximo Gorka, Editorial Oveja Negra, Colombia 1985, pp. 88 – 89)

Mario Domínguez Olaya

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