jueves, 11 de septiembre de 2008

AL ANDAR SE HACE EL CAMINO Y AL VOLVER LA VISTA ATRÁS, SE VE LA SENDA QUE NUNCA SE HA DE VOLVER A PISAR.
Testimonio de 25 años de caminar.

Los primeros años fueron de crecimiento; iniciamos en 1984 en el local de Río de Janeiro 345 que actualmente es primaria, con 72 alumnos, número que poco a poco fue incrementándose. En 1985 se construyeron las aulas del tercer piso y el patio exterior. Fueron años de una experiencia muy rica en lo pedagógico, y difíciles por el auge de las acciones armadas de Sendero Luminoso y la respuesta del Estado, y por la inflación que destruyó la economía nacional. Muchas familias del colegio emigraron al extranjero. En 1987 egresó la primera promoción. En esta etapa auroral hubo un aporte significativo de espíritu comunitario, alegría, corresponsabilidad y compromiso social por parte de un grupo de jóvenes de la Comunidad Héctor de Cárdenas, quienes hicieron sus pininos como docentes; este aporte confluyó con el entusiasmo y deseo de construir proyecto educativo del grupo inicial de maestros, quienes encontraron en el Héctor no sólo un centro de trabajo sino un espacio donde ser parte en la construcción de un proyecto educativo. Esta manera de ser se convirtió con el paso del tiempo en una característica permanente del equipo de profesores.

Desde los inicios del colegio integramos la Asociación de Propietarios de Colegios Particulares, con la cual nos hemos apoyado mutuamente para superar problemas diversos.

A fines de 1991 Juan compró la casa de San Bartolo que desde entonces ha sido lugar para múltiples encuentros, retiros y actividades recreativas para el colegio y para instituciones amigas.

En 1992 ocurrieron dos acontecimientos difíciles: al interior del colegio se dio una separación de equipos docentes y de trabajo formativo entre primaria y secundaria; esta separación buscaba evitar desencuentros entre estilos diferentes sin destruir lo esencial, pero a la larga generó una brecha que costó mucho cerrar. En el país, el golpe de estado de Fujimori inició un período de degeneración política y de corrupción de las instituciones. El primer pronunciamiento del colegio contra el golpe el 7 de abril, fue el inicio de una actitud permanente de denuncia y movilización contra la dictadura que sólo culminaría con la caída del régimen. En 1993 crecimos en espacio: el colegio adquirió la “Casa Nueva”, el actual local de secundaria, que fue utilizado como biblioteca y lugar de actividades mientras se conseguía dinero para habilitarlo.

A partir de 1992 Juan forma parte de Foro Educativo, institución plural dedicada a pensar políticas educativas, de cuyo espíritu de diálogo y conocimientos hemos tomado bastante para el colegio, y hemos participado en muchas de sus actividades.

A partir de esa época hubo cambios en la composición de las familias; hasta entonces habíamos contado con un gran núcleo de estudiantes cuyos padres apostaban por una educación alternativa, con orientación social y con una vivencia de fe ligada a la teología de la liberación. Esas familias empezaron a escasear; la prioridad era ya la computación, el idioma, el insertarse en el mercado; muchos tenían miedo a las salidas al campo y a los trabajos de promoción comunal. Nos vimos en la disyuntiva de seguir siendo fieles a nuestras ideas y aceptar la disminución de la matrícula, o cambiarlas para “adaptarnos” a la demanda. Escoger la fidelidad nos trajo a la vez problemas económicos, y la satisfacción de la coherencia y la honestidad.

En 1998 la secundaria se traslada al nuevo local en Río de Janeiro 400, e inauguramos la sección de educación inicial.. El país inicia un auge de la lucha contra la dictadura ante la amenaza de una nueva reelección, en la cual la comunidad educativa del Héctor estuvo presente.

La caída de Fujimori trajo al colegio una demanda: el Gobierno de Transición pidió a Juan que asumiera la Dirección Nacional de Educación Secundaria y Superior. Fue el inicio de una serie de servicios al Estado que continúa ahora en el Consejo Nacional de Educación., y que el colegio entero asumió como una contribución a toda la nación. Chopy se encargó de la dirección.

En ese contacto con el servicio al Estado hemos conocido a funcionarios de gran calidad profesional y humana, que a veces sin darse cuenta han dado sus aportes para lo que es hoy el Héctor.

El 2004 Chopy enfermó de cáncer; a pesar de su esfuerzo, su presencia minada por la enfermedad fue siendo cada vez más débil, y Juan estaba como Jefe del Gabinete de Asesores del Ministro de Educación. Esto generó en la comunidad educativa un desconcierto ante el futuro. En julio de 2006 fallece Chopy; Juan renuncia al Ministerio y asume nuevamente la dirección del colegio con Teresa en la coordinación de primaria. Fueron momentos de tensión que se superaron progresivamente; se recompuso y consolidó el equipo docente, se unificó nuevamente el trabajo de primaria y secundaria, y empezó a aumentar el número de estudiantes. En los últimos años ha habido una preocupación por la tecnología, y se hicieron convenios con instituciones acreditadas para la enseñanza del inglés y la informática.

Así nos ubicamos en el presente, para el cual han aportado su esfuerzo, su cariño, su trabajo profesional, decenas de profesores y centenares de estudiantes y padres de familia. Es difícil por lo extenso detallar nombres, pero verán muchos de ellos en las páginas de esta memoria.

Si quisiéramos describir al Héctor hoy en breves palabras… ¿qué podríamos decir?

Que somos un colegio pequeño que conforma una familia, en la que cada cual es aceptado como es, con sus virtudes y defectos; en donde se es uno mismo, sin máscaras; donde se aprende a dar y recibir afecto. Donde nos jugamos por cada uno de quienes son parte del proyecto dándole el apoyo que necesita. Donde hemos curado a gente que venía con problemas y carencias, y ha encontrado en el Héctor el ambiente que necesitaba para sanar y desarrollarse.

Que somos un colegio contracorriente (como definieron los chicos en una dinámica). Contra la corriente del hedonismo, el egoísmo, el neoliberalismo, planteamos una prioridad en los valores y lo formativo. Contra la corriente del mercantilismo, creemos en la solidaridad y el amor traducido en obras. Contra la corriente de una religión funcional al sistema, intentamos presentar la vida y mensaje de Jesús de Nazareth. Contra la corriente de la exclusión, hacemos inclusividad; alumnos y exalumnos ciegos, sordos, con dificultades motoras o síndrome de Asperger dan testimonio de ello.

Que somos un colegio que intenta superar los miedos; que busca los encuentros personales consigo mismo, con los demás y con el Señor. Donde existe la auténtica disciplina, basada en la convicción y en el respeto. Donde buscamos que cada uno desarrolle su estilo personal de liderazgo al servicio de la sociedad. Donde los estudiantes son protagonistas de la gestión participando en las decisiones colectivas a través de los Consejos Estudiantiles, y las asambleas generales y de aula.

Que somos un colegio que pone a sus integrantes en contacto con la naturaleza con paseos, campamentos, viajes, Club de Excursionismo. Que encontramos en el deporte y el arte actividades formativas fundamentales, e intentamos que nuestros chicos los conviertan en una manera de vivir. Que pone a sus estudiantes en contacto con la realidad social a través de los comentarios sobre el acontecer nacional e internacional, los trabajos de promoción comunal, las campañas de solidaridad.

Al iniciar la reflexión nos hacíamos las preguntas sobre el sentido y la felicidad. Podemos responder que nuestro colegio ha tenido sentido; mejor aún que hemos construido su sentido. En esta construcción hemos encontrado que lo esencial en nuestro sentido es amar y hacer crecer a quienes se han acercado a nosotros. Y en ese proceso de construcción hemos hallado la auténtica felicidad; hemos gozado y sido felices en estos veinticinco años. Por supuesto que no somos perfectos: el colegio como institución y quienes la integramos como personas (propietarios, profesores, estudiantes, padres) hemos tenido fallas y deficiencias. Gracias a Dios hemos tomado consciencia de las mismas, y hemos intentado superarlas sin caer en la angustia que paraliza.

Nos preguntábamos también si vale la pena seguir caminando como colegio. La respuesta es que sí. Hay muchas personas que pueden ser acompañadas y ayudadas en su crecimiento; podemos seguir aportando ideas nuevas a la educación, y contribuyendo al desarrollo del Perú. Al decir que sí renovamos el compromiso de dedicarnos a nuestra comunidad con alegría e integridad.

Culmino este testimonio con algunas interrogantes. ¿Cómo acentuar el protagonismo y corresponsabilidad de la comunidad educativa en la conducción y vida del Héctor? ¿Cómo responder a la creciente demanda de afecto y acompañamiento en una sociedad con problemas de integración familiar, de masificación creciente, de pérdida de la identidad? ¿Cómo insertar la cibernética y la tecnología en el proceso de aprendizaje? ¿Cómo armonizar la fidelidad a nuestra vocación fundamental y el estar abiertos a las necesidades de una sociedad que cambia cada vez con mayor celeridad? ¿De qué manera motivar y orientar a nuestros estudiantes a participar en la vida ciudadana, cuando cada día se acentúa la devaluación de la política y se envilece a la población? ¿Cómo convocar a los jóvenes a creer en Jesucristo y ser testigos de la Buena Noticia superando el escepticismo ante la fe y modelos de Iglesia alejados del evangelio?

Las respuestas las daremos en el camino; las dificultades no nos amilanan, pues sabemos que “todo está en el estado mental”. Contamos para este esfuerzo con cada uno de quienes se sienten realmente integrantes de nuestra comunidad educativa; porque en el Héctor no es suficiente estar, hay que ser.
Ser desde la Vida
Juan Raúl Borea Odría

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