El 14 de setiembre próximo, Mario Benedetti cumplirá 88 años, su sola mención genera tensión en los espíritus que algo deben al hombre, por que el es ya toda una autoridad en el mundo de la literatura y de la resistencia contra lo inhumano que, paradójicamente, encontramos muy a menudo en el mismo ser humano, Benedetti ha sabido macerar en experiencias su pluma siempre en ristre, nunca se quedó callado cuando había que decir algo, y lo hizo con la sencillez del arte popular para que todos se enteren claramente de lo que tenía que decir y sus letras han desbordado el papel que las contienen por que siempre va un paso mas adelante y su prosa y sus versos nunca serán presa de la senilidad.
Este breve cuento cobra actualidad en los actuales momentos, cuando está en marcha una desembozada intención de arrinconar la formación de la juventud en el oscurantismo atávico, satanizando libros escolares en la mira de que un pueblo sumido en la ignorancia siempre será más fácil de “gobernar”; leamos con cuidado esta historia de fantasmas.
“Los dos fantasmas, uno azul y otro blanco, se encontraron frente a la caverna consabida. Se saludaron en silencio y avanzaron un buen trecho, sin pisarse las sábanas, cada uno sumido en sus cavilaciones. Era una noche neblinosa, no se distinguían árboles y muros, pero allá arriba, muy arriba estaba la luna.
-Es curioso- dijo de pronto el fantasma blanco-, es curioso cómo el cuerpo ya no se acuerda de uno. Por suerte, porque cuando uno se acordaba era para que sufriésemos.
-¿Sufriste mucho?-preguntó el fantasma azul.
-Bastante. Hasta que lo perdí de vista, mi cuerpo tenía quemaduras de cigarrillos en la espalda, le faltaban tres dientes que le habían sido arrancados sin anestesia, no se habían olvidado cuando le metían la cabeza en una pileta de orina y excremento, y sobre todo se miraba de vez en cuando sus testículos.
-Oh-fue la única sílaba que pronunció o pensó o suspiró el fantasma azul.
-¿Y vos?- preguntó a su vez el otro-.¿También tu cuerpo te transmitía sufrimientos?
-No tanto mi cuerpo sino el de los otros.
-¿De otros? ¿Acaso eras médico?
-No precisamente. Yo era el verdugo.
El fantasma blanco recordó que allá arriba, muy arriba, allá estaba la luna. La miró sólo porque tenía necesidad de encandilarse. Pero la luna no es el sol.
Con una punta de su sábana impoluta se limpió la brizna de odio. Luego se alejó, flotando, blanquísimo en la niebla protectora, en busca de algún Dios o de la nada.”
Mario Benedetti
Mario Domínguez Olaya
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