Hace algunos años se comenzó a usar el término andropausia para englobar los cambios fisiológicos que comienzan a afectar al varón hacia los 50 años. Se trata de un síndrome y ello significa que engloba un conjunto de síntomas muy variados. En realidad, debe considerarse como una parte del desarrollo masculino y no como una enfermedad. En la última década ha sido cuando se ha comenzado a otorgar la importancia que merecen a los cambios fisiológicos asociados a la andropausia y se han iniciado estudios profundos sobre el tema.
La andropausia no es tan brusca como la menopausia. Se trata de un proceso lento y gradual que tiene que ver con el progresivo descenso del nivel de andrógenos (hormonas sexuales masculinas), lo cual repercute en todos los procesos orgánicos. La andropausia o andropenia se conoce también como Síndrome de ADAM (androgen deficiency aging male, deficiencia de andrógenos en el envejecimiento de los hombres).
A diferencia de la mujer, en la que la menopausia marca el final del período fértil, en el hombre la fertilidad persiste a pesar de la edad. A partir de los 55-60 años se detectan significativos descensos del nivel de testosterona en la sangre. También disminuyen otras hormonas androgénicas, pero el mejor indicador de la andropausia parece ser la testosterona.
Al final de la adolescencia, los chicos están normalmente con sus niveles más altos de testosterona (entre 800 y 1.200 nanogramos por decilitro (ng/dl) de sangre. Estos niveles se mantienen aproximadamente de diez a 20 años, después de los cuales comienzan a declinar a razón de un 1% por año para el nivel absoluto de testosterona. A la edad de 80-85 años se alcanzan niveles medios de testosterona de aproximadamente un 60% de los registrados a los 25 años. Sin embargo, estos niveles son tan diferentes entre individuos que no pueden ser tomados más que como un promedio estadístico. Por tanto, algunos varones de 80 años de edad pueden presentar cantidades de testosterona que siguen hallándose dentro del intervalo normal para adultos jóvenes.
Si bien algunos autores se refieren a la edad como el factor más importante en los cambios hormonales, hay también evidencias de que las medidas antropométricas (peso, talla, perímetros cutáneos) y el estilo de vida tienen algún rol en estos cambios. El estrés y las enfermedades aceleran la disminución de la función de las células de Leydig, productoras de testosterona. Como en cualquier alteración de la salud, es importante el diagnóstico precoz y que el afectado preste mucha atención a los primeros síntomas.
Sus síntomas
No lo vayan a tomar a mal, queridos lectores de la promoción Pablo VI, pero es mejor estar prevenidos a la aparición de aquí algunos años de esta etapa, a desconocer todo lo que encierra. A diferencia de los sofocos que padece la mujer, el hombre sufre escalofríos. Otros síntomas fáciles de identificar son:
1) Flacidez del pene y remisión testicular. Esto conlleva una disminución en la producción de esperma y testosterona y es causa de que disminuya el deseo sexual.
2) Disfunción de la próstata. La próstata comienza a amasar tejido conjuntivo capaz de complicar la micción y la eyaculación (retrasada y menos potente).
3) Descalcificación ósea. La masa ósea disminuye, lo que conlleva a una reducción de la estatura en unos 5,5 centímetros y puede aparecer la osteoporosis, también en los hombres.
4) Tendencia a engordar. Se produce un incremento de la grasa localizada principalmente en la zona abdominal, y una pérdida de masa muscular de alrededor de diez kilos (dependiendo de la talla de cada individuo).
5) Alteraciones psíquicas. Cambios en la conducta y en la actitud, leves y progresivos o drásticos e intempestivos, dependiendo de la estructura y la estabilidad psicológica de la persona.
Lic. Carmela Fernandini Artola
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