jueves, 6 de noviembre de 2008

CRISIS DE LEGITIMIDAD: UN MOTIVO DE PREOCUPACIÓN

Los últimos días han sucedido en nuestro país acontecimientos de violencia popular que deben preocuparnos no solo por ellos mismos, sino por el estado de ánimo colectivo que expresan: tomas de carreteras y de locales públicos, retención a las autoridades de diversos niveles, agresión a los integrantes de la policía nacional, desconocimiento de las decisiones del Congreso o el Poder Ejecutivo si no coinciden con la expectativa del momento, y otros más.

Más allá de la búsqueda de responsables ocasionales de cada acontecimiento, nuestra reflexión se dirige a la situación que hace posible que estos hechos sean recurrentes. Hay una relación inversamente proporcional entre legitimidad y violencia. Es decir: cuando un estado u organización social es legítimo, la violencia es casi mínima; pero cuando estas mismas organizaciones pierden legitimidad, la violencia (de ambas partes) aumenta. Es un hecho que las organizaciones que forman el tejido social del país han perdido gran parte de su legitimidad; atentos que no hablamos de legalidad, sino de legitimidad social: aun cuando hayan sido elegidas legalmente, la gente no se siente representada por las autoridades nacionales, regionales, locales, comunales; hay una profunda desconfianza en su actuación, con razón sin ella; y por ello recurren a la expresión violenta y directa de sus sentimientos y necesidades desbordando a los representantes que ellos mismos han elegido.

El proceso de deslegitimación no es reciente, lleva ya muchos años incubándose; pero cada vez sus manifestaciones son más violentas. Es necesario recuperar cuanto antes esa legitimidad, y para ello necesitamos en el país líderes que asuman el rol que les corresponde. Esta tarea corresponde a toda la colectividad, en especial los partidos políticos, las instancias de gobierno, y los medios de comunicación. Debemos crear los espacios para liderazgos positivos; capacitar a los representantes en lo técnico y motivarlos éticamente. Hacer un esfuerzo por desterrar la corrupción y por escuchar las necesidades de los gobernados y/ o representados. Generar mecanismos que permitan resolver los conflictos de manera racional. Enseñar que los intereses comunales y regionales tienen su contrapartida en los derechos e intereses de otras comunidades y regiones.

En sociedades grandes, la democracia es un sistema político representativo. Si no enfrentamos ya este problema de representación, podemos asistir a una crisis de la democracia y a la añoranza de un nuevo “salvador” que imponga el orden y la autoridad al precio que sea necesario.
Juan Borea Odría

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