Quisiera aprovechar estas líneas para hacer un público reconocimiento a la Comisión por las Bodas de Perla y a toda la Promoción Pablo VI, de la cual soy integrante, por la deferencia que han tenido hacia mi persona; en particular a Julián Antezana, Paco Cárdenas y Walter Valderrama que han hecho posible tan gratos momentos que hemos sabido compartir a lo largo de este inolvidable año que ya nos deja. Sinceramente quiero decirles muchas gracias por acoger estos modestos esfuerzos y espero seguir acompañándolos en el trecho que aun nos quede por recorrer.
El relato que viene a mi mente en estos momentos, trata sobre las personas que en algún momento de su vida se sienten agobiadas por el peso de su propia existencia y tienden a buscar hacia fuera lo que deberían buscar dentro y los hace poner en poca estima la labor que realizan y mas de unas vez reniegan de la pesada carga que llevan; siempre he considerado que aquel aforismo popular que dice: “el trabajo dignifica al hombre” está planteado al revés, ya que considero que es el hombre, desde su humanidad, quien hace digno el trabajo cualquiera que este sea, somos nosotros m ismos los que transmitimos dignidad y no a la inversa, al menos eso creo yo y trato de obrar en consecuencia.
El relato que viene a mi mente en estos momentos, trata sobre las personas que en algún momento de su vida se sienten agobiadas por el peso de su propia existencia y tienden a buscar hacia fuera lo que deberían buscar dentro y los hace poner en poca estima la labor que realizan y mas de unas vez reniegan de la pesada carga que llevan; siempre he considerado que aquel aforismo popular que dice: “el trabajo dignifica al hombre” está planteado al revés, ya que considero que es el hombre, desde su humanidad, quien hace digno el trabajo cualquiera que este sea, somos nosotros m ismos los que transmitimos dignidad y no a la inversa, al menos eso creo yo y trato de obrar en consecuencia.
EL PICAPEDRERO
“Sucede que hace algún tiempo, había un hombre que desempeñaba el oficio de picapedrero, ejercía esta tarea desde niño heredando la experiencia de su padre, este de su abuelo y así sucesivamente hacia un remoto e insondable pasado que el mismo no podía conocer; la labor era ardua, consistía en cincelar a pulso las rocas para sacar los bloques de mármol de las canteras con la menor cantidad de impurezas para poder venderlas, por supuesto que el precio que recibía por su trabajo nunca representó el gran esfuerzo realizado ya que no trabajaba por su cuenta sino para el dueño de la cantera que se quedaba con la plusvalía de su mano de obra en razón de veinte a uno, por eso sus bolsillos estaban mas llenos de polvo y arenisca que de los pocos centavos que semanalmente recibía. Esta dura realidad lo tenía agobiado y más se llenaba de indignación cuando pasaba por la puerta de alguna mansión y veía las graderías y muros de fino mármol atinando solo a reflexionar que esos acabados lujosos habían pasado por sus manos en algún momento y finalmente lo que había recibido él de todo este boato solo eran migajas y la certeza de unos pulmones impregnados por la silicosis.
Un atardecer, cuando regresaba a su humilde hogar y rumiaba su desdicha, se cruzó con un comerciante que paseaba con ropa elegante y pensó, desde sus entrañas, que sería bastante bueno ser como aquel hombre de fino atuendo; en ese momento, su deseo se hizo realidad y se transformó en un próspero comerciante y se dijo:
- Ahora yo estoy arriba y tengo el poder, y establecido ya en el vitral de su gran centro comercial se dio cuenta que otros comerciantes, menos afortunados que él, complotaban entre sí para perjudicarlo concertando precios e incluso habían contratado rufianes de la peor estopa para que en el menor descuido lo asalten y de ser posible lo maten.
El temor comenzó a hacer presa de su persona, y mientras esperaba algún fatal desenlace vio que paseaba un militar por la acera de enfrente, a su paso el más avezado delincuente se ponía a buen recaudo y todos le abrían paso atemorizados.
Estaba sumido en estas ideas paranoides cuando vio al sol resplandeciente y le dijo:
- Sol, tú si que eres poderoso, desde lo alto vigilas todo y nadie llega donde estás; y de inmediato se convirtió en sol y se alegro del gran poder que tenía.
Estaba orgulloso de su resplandor y cuando se alisaba con furor sus rizos de fuego sintió con estupor como el viento del norte silbaba y empujaba una gran nube oscura que terminó por ensombrecer esa clara mañana; se puso furioso y ya no quiso ser mas un sol y de inmediato de transformó en viento.
- Ahora podré estar en todos lados y seré invencible, se dijo mientras viajaba a velocidad de vértigo, empujando nubes y chubascos y cuando estaba convencido que ya nada podría detenerlo se estrelló contra una muralla rocosa que, maciza, le cortaba el paso y lo hacía detener.
- ¿Es qué siempre habrá alguien mas poderoso que yo?, comenzó a lamentarse y a envidiar la dureza de la roca y tanto fue su deseo que terminó transformado en montaña. Y Asentado sobre una gran base de los más puros minerales, se sintió colosalmente poderoso.
-Ahora nadie podrá vencerme y menos humillarme, soy el verdadero Parnaso de los dioses. Así la pasó cavilando sobre su portentosa existencia cuando de un momento a otro se dio con la sorpresa que por un sendero de su propia cumbre había trepado un hombrecillo con una comba y un cincel y pacientemente, golpe tras golpe desgajaba lajas de mármol que el creía eran imperturbable y entonces la montaña terminó, nuevamente convertido en picapedrero; bajó cansinamente con el peso del mármol por la senda de la montaña y comprendió que había regresado a sus orígenes con la gran diferencia que ahora lo hacía con una sonrisa en el rostro, lo había entendido todo y sabía que el verdadero poder lo había llevado siempre consigo.”
Mario Domínguez Olaya
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