El fin de semana pasado, celebrando el cumpleaños de nuestro amigo Raúl Pozo, tuvimos oportunidad de reencontrarnos con un buen número de compañeros de la promoción, por ejemplo no veía desde que viajó a España a Huguito Flores y no se desde hace cuantos años a Coco Cotrina; esta bonita reunión sirvió para departir y reavivar recuerdos entrañables que nunca dejarán de fluir entre nosotros.
En medio de abundante libación, algunos amigos se trenzaron en una sesuda contienda académica sobre el sildenafil sublingüal (léase “vimax”, “viagra”, etc, etc…), discusión que derivó en complejas disquisiciones sobre la agonía de la testosterona y la relación de pareja en el plano afectivo y biológico amén de elucubraciones filosóficas sobre la necesidad y la posibilidad cuyas conclusiones, lamentablemente, no llegué a conocer por que me retiré a las 2 a.m. mientras el debate continuaba; por otro lado, otro grupo mas profano, nos dedicamos a rememorar momentos hilarantes como aquellos días de las “Boinas Negras” y la inolvidable academia “Rasputín” que funcionaba donde hoy es el Consultorio Dental de Paco.
La experiencia de “La Rasputín” fue y será irrepetible, creo que el antecedente inmediato fue cuando en 5to. de secundaria varios de nosotros (si mas no recuerdo Paco, Juan Nolazco, creo que también “Pitita” y el “Muerto Gonzales” y yo) nos matriculamos en la ACEM (Academia Pre-Universitaria del Centro de Estudiantes de Medicina) que funcionaba en San Fernando, recuerdo que salíamos del colegio e íbamos a nuestras casas a almorzar y casi de inmediato nos reuníamos para ir a la academia de 4 a 8 p.m., para mi fue una experiencia enriquecedora no solo en el plano académico sino también en lo referente a la actitud que ya iba asumiendo ante la sociedad, recuerdo vívidamente que en esos días coincidimos con la llegada de los mineros de las Minas Canarias y Casapalca quienes se alojaron en el Jardín Botánico de San Fernando y la ciudad estaba convulsionada con las movilizaciones del SUTEP y el CCUSC; en ese ambiente, entre el humo de las fogatas y varias veces de bombas lacrimógenas, escuchábamos las clases sobre productos notables, cormofitas y elementos químicos anfóteros.
Fue así que finalizado el colegio, en los primeros días del ’79, decidimos reunirnos en la casa de Paco para intercambiar conocimientos y chongear entre clase y clase, era una relación horizontal donde las aspiraciones personales de ingresar a la universidad de cada quién se fusionaban en una actitud colectiva donde cada uno de nosotros dábamos lo que podiamos dar sin ninguna mezquindad; recuerdo que el Gringo hacía clases de Geometría y Trigonometría, Nolazco de Álgebra, Paco de Biología y Anatomía yo de Química y de esta forma nos complementábamos; el resultado fue que todos los que pasaron por “La Rasputín” ingresaron a diferentes universidades.
El estudio era matizado amenamente con momentos de relajo que afianzaban más nuestra amistad, llegamos incluso a grabar algunos radioteatros divertidísimos y pasamos mil y un anécdotas como aquella noche que se nos dio por jugar la ouija, recuerdo que eran como las 8 p.m. y habíamos estado hablando previamente sobre aparecidos y fenómenos paranormales, entonces Paco dijo: - Yo tengo una ouija, qué tal si hacemos una sesión.
Entró a su casa unos minutos y regresó con un tablero, un triangulito de acrílico y un par de velas; si la memoria no me falla estábamos Paco, Martín, Rubén, creo que Coco y yo; en un instante fabricamos el ambiente adecuado, apagamos la luz encendimos las velas y dispusimos el tablero con su triangulito, convenimos que lo haríamos seriamente sin meter chongo y adoptamos una actitud adusta y guardamos silencio, colocamos cada uno nuestro dedo unos milímetros encima del triángulo; de reojo di una mirada a Rubén y lo noté con un rostro tenso, su pupila estaba totalmente dilatada lo cual demostraba que su adrenalina estaba al máximo y hacía prever alguna situación extraordinaria; hasta que llegó el momento que Paco hizo los honores y pronunció las esperadas -y “temidas”- palabras: ¿Hay espíritus aquí?; pasó un momento y volvió a repetir la pregunta y sin que nadie toque el triángulo comenzó a moverse hacia la palabra que decía “Si”, la sorpresa del acontecimiento fue superada por una mayor cuando vuelvo a ver a Rubén y lo veo que palidece y el mechón de cabello que tenía sobre la frente comenzó a elevarse lentamente hasta que no aguanto y salió corriendo abruptamente hacia la calle, primero pensé que era una más de sus acostumbradas bromas y/o locuras pero cuando nos dimos cuenta que no regresaba paramos la sesión y salimos a verlo y ya no estaba. Al día siguiente, Rubén no se apareció por la academia y recién dio señales de vida tres días después.
Realmente no se lo que sucedió aquella noche pero el triangulito se movió sin que lo tocásemos; telequinesis, sugestión colectiva, “espíritus” comunicativos, suceso “paranormal” no lo sé; lo que si se es que la riqueza de nuestras vivencias ha sido única e intransferible, entonces sigamos viviendo que todavía nos queda un gran trecho.
Mario Domínguez Olaya
Lectura complementaria
Lo de la ouija fue algo que ya me había olvidadado y que gracias a Mario hoy he vuelto a recordar. Al loco Solórzano le tuvieron que pasar huevo y todo por el susto..jajaja.
ResponderEliminarMuy buenos fueron aquellos tiempos los de la San Rasputín, yo participé de aquel compartir en 1979.
ResponderEliminarbuen blog, las historias y relatos muy buenos. los felicito por la unidad que tienen.
ResponderEliminar