domingo, 19 de septiembre de 2010

EL ADMINISTRADOR INFIEL
Por el P. Jesús Sanz Montes

Lucas 16, 1-13: "Era un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de malbaratar su hacienda; le llamó y le dijo: "¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando." Se dijo a sí mismo el administrador: "¿Qué haré, pues mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea removido de la administración me reciban en sus casas." «Y convocando uno por uno a los deudores de su señor, dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi señor?" Respondió: "Cien medidas de aceite." El le dijo: "Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta."7 Después dijo a otro: "Tú, ¿cuánto debes?" Contestó: "Cien cargas de trigo." Dícele: "Toma tu recibo y escribe ochenta." «El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz. «Yo os digo: Haceos amigos con el Dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas. El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho. Si, pues, no fuisteis fieles en el Dinero injusto, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si no fuisteis fieles con lo ajeno, ¿quién os dará lo vuestro? «Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.»

Reflexión
Aparentemente Jesús ensalza la habilidad de un administrador infiel. Pero hay que ser cautos y afinar en aquello que viene ensalzado: no es la infidelidad, la corrupción, sino la habilidad, la astucia de aquel administrador avispado. El que es fiel en lo poco, lo será también en lo mucho. Que viene a decir: todo aquello que te gustaría cambiar de un mundo demasiado cruel, empieza por cambiarlo en tu propia casa, en tu corazón.

Y en verdad, ¿quién no se ha quejado alguna vez de cómo va nuestro mundo a tantos niveles? La política, la economía, la paz, la justicia, la familia, los ancianos, los jóvenes, y un largo etcétera en donde ponemos contra las cuerdas a nuestra sociedad bastante inmoralizada y desmoralizada. En todo lo cual no falta razón: se ha perdido el rumbo de muchas cosas, se han abandonado impunemente muchos principios básicos, se han destruido tantos valores que no eran negociables, se ha deshumanizado tanto nuestra humanidad.

Pero caben dos salidas: caer tanto en pesimismos deprimentes (todo es malo, “y cualquier tiempo pasado fue mejor” que decía el poeta en su elegía) como en optimismos irresponsables (lo importante es cambiar, arrasar, que no quede nada de lo anterior), o más bien, tener una mirada serena sobre el mundo, sobre la vida, sobre el dolor, sobre el amor, sobre tantas cosas que no van, y empezar a arreglarlas en uno mismo. El mundo nuevo, la tierra nueva, empieza por mi casa, por mi propio corazón. Empecemos por lo poco, por lo pequeño, por lo cotidiano, por lo nuestro. No es el gobierno de turno, ni los organismos mundiales de vanguardia, ni el vaticano, ni los banqueros, ni los periodistas, ni los sindicatos… quienes tienen que dar el pistoletazo de salida. El mundo nuevo empieza más cerca de mí, en mis actitudes, en mis opciones, en mi modo de escuchar, de atender, de proponer, de vivir.

No es raro ver el esfuerzo y los incontables sacrificios que muchos hacen para obtener más dinero, para subir dentro de la escala social… Otras veces quedamos sorprendidos incluso por los medios que se emplean para hacer el mal: prensa, editoriales, televisión, proyectos de todo orden… Pues, al menos, ese mismo empeño hemos de poner los cristianos en servir a Dios, multiplicando los medios humanos para hacerlos rendir en favor de los más necesitados: en obras de enseñanza, de asistencia, de beneficencia. El interés que otros tienen en sus quehaceres terrenos hemos de poner nosotros en ganarnos la Gracia de Dios, en luchar contra todo lo que nos separa de Cristo. "¡Qué afán ponen los hombres en sus asuntos terrenos!": ilusiones de honores, ambición de riquezas, preocupaciones de sensualidad. Ellos y ellas, ricos y pobres, viejos y hombres maduros y jóvenes y aun niños: todos igual.

La llamada de Jesús es clara: no podemos tener dos patrones, dos amos. O nos adherimos al diseño de Dios, a su proyecto de humanidad, de civilización del Amor, o nos apuntamos a la barbarie en la que termina siempre toda pretensión que censura algún aspecto del corazón del hombre. Sin Dios, sin este “amo” tan especial que nos hace libres, es muy difícil hacer un mundo que sepa a justicia, a limpieza, a paz, a respeto, a libertad, a felicidad. Metamos al Señor en nuestras cosas y en nuestras casas, sin fanatismos pero sin complejos. Porque sólo quien ama de verdad a Dios llega a no despreciar al hombre hermano.

Fuente
La Oveja 100

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si deseas, déjanos tu comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

TODA LA INFORMACIÓN SOBRE EL PERÚ