sábado, 26 de marzo de 2011


Este artículo fue publicado hace 17 años, en julio de 1994 correspondiente al año II Nº 10 de la revista ECONOSUR, de la cual hice mención en el artículo anterior. El tema se centraba en la relación entre dirigentes y dirigidos y su mistificación en el uso cotidiano; siempre he mantenido el hábito de mantenerme alejado de la figuración estéril y, en la medida que mi tarea principal era la producción gráfica de la revista y que no era necesario que mi nombre aparezca en esta publicación, decidimos que el artículo se firmara con el seudónimo de “Pedro Iglesias”.

El título del artículo “Cuando el mito se convierte en timo” lo tomé de un pasaje de una lectura que por aquel entonces hacía de un libro sobre la guerra civil española y la derrota cruenta de los republicanos, el libro se titulaba ¡Teníamos que perder! y su autor era el combatiente anarquista J. García Pradas. Hoy, pasado el tiempo, vuelvo a suscribir el contenido y la forma de estas líneas; sobre todo, al estar a escasas dos semanas de las elecciones generales donde nuevamente se pondrán en dinámica las relaciones entre dirigentes y dirigidos al elegir un nuevo gobierno luego de una campaña electoral plagada de falsas promesas y escasas ideas.


CUANDO EL MITO SE CONVIERTE EN TIMO

“De buenas intenciones está empedrado
el camino hacia el infierno” (Goethe)

La historia de la humanidad nos ha dejado testimonio de una amplia gama de mitos, y los hay de todo tipo, desde aquellos que sirven de mecanismos de control social hasta aquellos que se convierten en una gran energía para cohesionar y movilizar las voluntades de pueblos enteros.

Hasta aquí, si se quiere, es una constatación objetiva de un fenómeno social concreto, sin embargo, como lo único eterno es el cambio, la transformación, los mitos también están sujetos a este movimiento en la medida que cambien las condiciones que les dieron vida. En este contexto, cuando un mito quiere eternizarse en función de intereses anti históricos, éste pierde su vigencia y la realidad se encarga de demolerlo. En todo caso, cuando el mito deviene en timo, ha llegado la hora de destruirlo.

Un mito de raigambre ancestral, y que desde hace ya un buen tiempo se ha convertido en timo, es la forma petrificada que ha tomado relación entre dirigentes y dirigidos lo cual ha originado, por un lado, una franja castiza y burocratizada de “dirigentes natos” y, por otro, una masa de maniobra estéril y pasiva donde el dejar hacer y dejar pasar se ha convertido en norma de existencia cotidiana.

Y esto se crea y recrea en todos los niveles, desde las esferas estatales hasta la sociedad civil, desde el gobernante hasta el dirigente de PPJJ; el mito de dirigentes y dirigidos, de predestinados para estar unos arriba y otros abajo se ha filtrado por todos los poros de la sociedad, sobre todo en estos últimos cinco siglos.

No es raro entonces, que el pan de cada día sean gobiernos corruptos, autoridades sobornables, y “dirigentes” que varían según cambie la “correlación de fuerzas” y la cotización del dólar. Esto no significa que no deban existir dirigentes ni dirigidos; de lo que se trata es de cuestionar lo anquilosado de su uso y plantear una nueva forma de cómo concebir estas relaciones de manera dinámica y creadora.
En cuestiones de historia nada se agota hasta que se agote el hombre; si apostamos a que nuestro pueblo sea el dueño de su propio destino dejemos de segregar el opio del engaño, del oportunismo y generemos desde abajo una nueva conciencia. Sólo en este trayecto se irán legitimando los verdaderos dirigentes.
Pedro Iglesias (Mario Domínguez)

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