viernes, 18 de marzo de 2011


" Y AHORA...QUÉ TE PROVOCA?"
El "Baile del caramelo"

Es cierto que no podemos estar aferrándonos al pasado, cada día que pasa es parte de nuestra historia personal. Vivir del pasado, significa no seguir en este camino que es la vida, sino detenerse a ver lo recorrido. Sin embargo queridos amigos, también el recordar situaciones anecdóticas como las trascedentales nos mueven a crear nuevos pasajes de nuestras vidas, que de seguro estarán llenos de sabiduría y aquellas lecciones del pasado, nos ayudarán a construir el futuro de cada uno.

Hay muchas historias que se pueden contar, algunas muy alegres y divertidas, otras no tanto. Todas ellas nos hacen que rebobinemos la cinta y las acerquemos a la realidad actual. Nuestra reacción será diferente en cada tiempo en que evoquemos el pasado. Muchas de las situaciones vividas han cambiado nuestras vidas o en algunas oportunidades la han marcado. Tal es el caso de "El Loco Rubén", ya que siempre tendremos algo que contar de él. Tuve la oportunidad de desarrollar una linda amistad desde que se incorporó a la promoción y hasta ahora. Son más 35 años y cuando lo recuerdo siempre esbozaré una sonrisa al viento porque aunque disparatado, el "loco" siempre fue una noble y estupenda persona; más aún creo que lo sigue siendo ahora que está lejos de aquí.

Era 1977, curso de historia. Juan Borea, nos había dado el encargo desde semanas atrás, que realicemos una monografía/asignación sobre la Guerra del Pacífico. José Luis Candiotti y yo estuvimos de acuerdo en hacerla juntos. Para ello teníamos libros y fuentes bibliográficas a la mano para consultar. El finado "Gordo" me decía que teníamos que hacer algo espectacular, un trabajo que mereciera un "20" para que estemos tranquilos a la hora del examen y poder levantar nuestro promedio - Candiotti siempre pensaba a lo grande- Bueno, atraqué y diseñamos el proyecto; fuimos recolectando datos mediante fichas. Me acuerdo que fuimos a la Biblioteca Nacional (uno de tantos días en que fuimos se produjo el gran incendio del edificio de Seguros La Colmena en donde la gente se tiraba por las ventanas, ¿se acuerdan?) también acudíamos al Instituto Riva Agüero, donde era un placer estar ahí, muy tranquilo y apacible, pero lo más interesante era la bibliotecaria de aquel entonces, en vez de encontrarnos con una tía con lentes culo de botella, por el contario, era una mamacita en minifalda la que nos recibía cada vez que íbamos - sin embargo en otra oportunidad en que fuí con Walter Palomino, nos recibió un tío renegón que olía a mil demonios- Así cualquiera estudia, dijimos. Recolectamos bastante material como para hacer un trabajo de dimensiones parecidas a la Biblia.

Al cabo de unas semanas, ya estaba terminado, con enfoques muy heterogéneos. Desde el lado chileno, boliviano y por supuesto el peruano. Nos rajamos, el gordo era recontra fogoso para estas lides y contagiaba su optimismo. Los mapas y dibujos lo hicimos en papel canson y en tinta de estilógrafo.


Un día faltando poco para la entrega de los mismos, se nos acerca el "loquito" y nos dice que si no querían a un integrante más en el grupo. Yo le dije: "Gracias compadre, ya terminamos de hacerlo la semana pasada" Rubén resistiendo la respuesta replicó: "Está bien, pero les ofrezco algo mejor, para que el trabajo esté mejor presentado -dirigiéndose a Pepe prácticamente- tengo un máquina de escribir que es la muerte, los tipos tienen una letra mostra, es reclinada hacia la derecha y de seguro le va a dar otra vista al trabajo, que dicen?" Se me ocurrió responderle: "Mira Rubén, ya está terminado, además tendríamos que escribirlo todo de nuevo, y son mas de 100 páginas." "No importa, yo las escribo nuevamente" dijo el loco. En ese momento ví la cara de Candiotti, como brillaban sus ojos que en cada pupila estaban marcados unos "20" bien nítidos que salían de sus expresivos ojos verdes .

No había nada que hacer, Solórzano había dado su estocada final, y sedujo por completo a Pepe. Y así fue, faltando sólo un día se puso a escribir. Nos habíamos instalado en casa de mi papá. Pepe le dictaba, yo me dedicaba a la diagramación y a la encuadernación. Pasaron horas de chamba, estuvimos toda la noche anterior y parte de la mañana del día de la presentación. La hora de historia era al final y nos tiramos las horas anteriores por terminar aquel " disparate cosmético" al trabajo. Luego de tan maratónica labor, José Candiotti quedó rendido a eso de las 10.30 de la mañana, no despertaba con nada, ni con gritos, palmadas en el rostro, nada de nada. Al loquito se le ocurrió hacer una travesura como de costumbre. Teníamos caramelos que comíamos entre otras cosas durante la jornada, esos mismos sirvieron para la fechoría. Cogió uno -me parece uno de limón- y se lo pasó por todos los pliegues de su cuerpo, en los sitios más recónditos, aquel caramelito de limón viajó haciendo escalas, creo que con tantas vueltas por su tuberculosa anatomía hasta había cambiado algo de color. Realizado aquel itinerario lo agarró y se lo metió en la boca al mofletudo amigo rendido por el sueño. Inclusive sosteniéndole los maxilares lo ayudaba a masticar. Pero nada, no despertaba el gordito. No pude contener la risa - discúlpame gordo donde estés- ya que Rubén al hacer esto le dijo gritando: " Gordito... y ahora ...que te provoca?" emulando a un comercial creo de helados D'onofrio.

Terminado el incidente, mi mamá nos sirvió desayuno y nos fuimos al colegio. No sé como entramos a esa hora. Creo que falcificamos un permiso o algo así. Llegamos justo a la hora de Borea y éste se llevó nuestra titánica y a la vez exhausta labor. De seguro tendríamos un "20" dijo Candiotti. A mi me daba igual.

Al día siguiente, Borea devolvió los trabajos haciendo observaciones escritas en los mismos. Solórzano fue muy orgulloso a recogerlo. Lo abrió y saltó de alegría. Todos pensamos en que habíamos obtenido el ansiado "20", pero no fue así. Juan nos había clavado un considerable "17" y una nota que decía a la letra: " Bien, para su nivel. Deben de trabajar en grupo todos y no hacer daño a sus compañeros.." "Qué????", dijimos "Por qué eso de hacer daño...a quién???" No se aguantó el gordito y se acercó a Juan. De lejos mirábamos Rubén y yo. La verdad acerca de la nota, fue que Juan Borea no creía que Solorzano había realizado algo del trabajo y al final no nos creyó.

Pepe se puso más colorado que camarón hervido y dijo que ni más cometería ese mismo error. La verdad que ha pesar de la experiencia, meses después repetimos la misma historia con otra asignación. No se aprendió la lección para nada.
Esta historia refleja claramente lo que suele pasar con los estudiantes. Lamentablemente nos hemos acostumbrado a estigmatizar, a etiquetar, a dar roles a las personas, a veces antojadizos que no siempre se ciñen a la verdad y lo peor de todo trascienden muchas veces hasta la actualidad. Tenemos que tener presente que todos vamos cambiando y desarrollando. Es un grave error tener una apreciación sobre alguien del pasado y trasladarla al presente. Lo que quiero decir es que la "etiqueta" solo viene bien en la ropa y en envases para poder adquirirlos. A las personas para saber quienes son, las tenemos que tratar más de una vez en el tiempo y en el espacio, no seamos tan ligeros ni prejuiciosos.

Paco Cárdenas Linares

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si deseas, déjanos tu comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

TODA LA INFORMACIÓN SOBRE EL PERÚ