martes, 28 de junio de 2011


SABIDURIA PROFANA
El enfermo y el galeno


Oh sabio galeno, de magnifica sabiduría, suplico a usted me escuche, en estos momentos de agonía, en que siento mi cuerpo alejarse de mi alma perdida, para degradarse en el terreno efímero de mi vida.

Suplico así, de esta humilde manera, ayude a calmar ni pena, a cerrar mis heridas, a calmar mis dolores, apague el fuego de la fiebre, que quema mis sentidos, anulando mi razón.

Dígame usted se lo ruego, aleje de mi la ignorancia del no saber, cual es la razón de mi sufrimiento que no alcanzo a comprender.

Será acaso una maldita neumonía que aprieta mis pulmones sin dejarlos respirar, o quizás tuberculosis que mis exhalaciones contamina y más de un hermano pudiera yo perjudicar.

Será, quizás un cáncer abominable, que ocupa mis entrañas, matando mis fuerzas, robando mi energía antes de mi vida acabar.

Será acaso la anemia debilitante, o desnutrido quizás me ve, sintiéndome tan débil, quizás mi sangre algún germen podrá tener, una tifoidea o fiebre de malta consume mi aliento y yo aún sin saber.

Será quizás la deformidad de mi cuerpo que lo conmina a pensar en la artrosis que no me deja ni siquiera caminar, una artritis reumatoide, una esclerosis sistémica, a un lupus salvaje que mi cerebro llega a afectar.

Será quizás que la esquizofrenia ha llegado a mi vida, y alucinando me encuentro yo en este lugar, o perdido aun más me encuentro en la sicosis de mi desorden existencial.

Será probablemente que el Sida alcanzo mis días en mi irresponsable descuido de mi querer no saber cuidar, quizás pudo ser el lúes o el herpes que me dañan con lesiones y dolores que no se disimular.

Será quizás mi glucosa que subida en mi sangre envenena mi cerebro, mata mi riñones, ciega mis ojos y destruye mi corazón.

Será quizás mi tiroides que me agita y mi tranquilidad arrebata, o mi pituitaria ofendida por alguna infiltración, que no cesa de doler en mi cabeza cada vez más, o un aneurisma ,Dios no quiera, en mi cerebro vaya a reventar.

Será quizás mi corazón insuficiente, o la angina que no me deja en paz. O la ateroesclerosis irremediable que me acerca al final de mi existencia en este mundo terrenal.

Será acaso un parasito despreciable que en mis intestinos cobijo o a mi cerebro a de llegar, quizás este en mi hígado o pulmones por algo que comí en cualquier lugar.

Será acaso una ulcera o gastritis que en mi estomago quemando se encuentran cada célula, o mi intestino se haya obstruido o un cálculo en mi vesícula, sacuda mi barriga, o quizás una pancreatitis me va a matar.

Será acaso cualquier cosa que mi cerebro me afecta un Parkinson degradante, una demencia, una isquemia que mis neuronas lesiona no dejándome pensar.

Dígame usted magnánimo galeno cual será la razón de mí sufrir que no puedo soslayar. Hable de una vez se lo ruego, que de impaciencia siento no poder esperar más los minutos para saber mi verdad.

Mirándole así el galeno lleno de compasión e infinita misericordia, cual Dios henchido, atinó a decir al sufriente, “Solo le responderé a usted buen hombre que no necesita más que mi palabra para su inquietud calmar. Sepa que en su cuerpo no esconde el daño, no tiene heridas que curar. Más debe entender que su alma sufriendo está por el pecado de morder la manzana del paraíso terrenal y es su alma la que sufre por el miedo a enfermar”.

Y es verdad que en esta vida quizás no existe la enfermedad mas si existen los enfermos de miedo frente a la vida que algún día de las manos se les va, confundidos en la búsqueda de la profana sabiduría, no viviendo la vida como debiera disfrutar el hijo del hombre que nació para en esta tierra sus días acabar.

El Dr. Joe 90

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