En esta oportunidad voy ceder a Humberto Barreto este espacio para que les cuente uno de los episodios más anecdóticos de nuestro paso por la secundaria. Durante algunas semanas publicaré algunas historias recreadas por él en donde Juan Velarde y Rubén Solórzano son las estrellas. De esta manera hago una invitación que por lo menos un viernes por mes alguno de ustedes, miembros de la promoción se animen a contar algo que les ha parecido trascendente de la etapa escolar o quizás alguna anécdota después de egresar del Maristas San Juan.
JUAN VELARDE: MISTER MARISTAS BOYS 78
Un dia estábamos en el salón de clases conversando con Roberto Lecaro ,Sergio Alfaro, el chino Romero, Franz Quintana, Pepe Chávez y Edgardo Escobar, de lo que el loco Juan hacía cada vez que tocaba la hora de educación física: se calateaba y solo provisto de nada más de un suspensor, esos clásicos que te dejan sólo tapado la parte gonadal, y se ponía a modelar trepado encima de una carpeta mismo concurso de fisioculturismo.
Tenía pelos en todo el cuerpo y se paraba encima de la carpeta totalmente desnudo antes de todas las clases de educacion fisica y eso jodia. Al comienzo nos causaba gracia y era un mate de risa, pero eran tantas las veces que lo hacía que ya nos incomodaba. Me acuerdo que ese viernes como nunca se puso encima del pupitre y agarrándose el rostro se decía así mismo: "Que bello soy, qué hermoso soy...gracias Dios mio por haberme hecho tan guapo..", la verdad que Velarde estaba para el gato pero se juraba mister universo.
Se tenía como norma que la sección de las mujeres salgan primero a la clase de educación física y nosotros después, se dividían en dos grupos y cada uno lo hacía por separado. Mientras ellas salían y se disponían a prepararse formándose frente a la puerta de su aula, nosotros nos cambiábamos casi siempre en el salón de clases, muy pocos iban a los cambiadores. Era el momento en que nos dábamos cuenta que no todos éramos iguales. "Mandibulín" Velarde tenía una chispa que contagiaba pero ese día "el vaso se derramó".
Los muchachos y yo vimos como se contorsionaba encima de la carpeta y sin decir ninguna palabra, nuestros ojos cómplices hablaron por si solos. Fuimos en mancha, lo levantamos en peso, abrimos la puerta y lo tiramos calato afuera. Fue tanta la fuerza empleada que terminó en un arbusto pequeño del jardín que estaba al frente del salón. Juan no sabía que hacer, por más que se tapaba no lo podía conseguir. Aquel cuerpito de 1.56 mts. lleno de pelos mismo hombre lobo se escurría por los matorrales y mano en el culo saltaba de un lado a otro. Luego corrió hacía la puerta y comenzó a pedir clemencia y a rogar que la abrieran. Golpeando con sus puños la puerta, tengo la imagen del loco Velarde desesperado por la estrecha ventana de la puerta, dejando todo el trasero libre para las miradas de las horrorizadas chicas que atinaban solo a gritar y a taparse parcialmente los ojos.
En ese preciso instante la profesora de educación física que enseñaba a las chicas de al lado instó a que las puertas dieran cabida a Juan que entró más colorado que nariz de payaso. La que se armó entonces...todo el salón entró en un explotar eufórico y fue un total cague de risa.
Se apersonaron después los hermanos Pablo, Mariano y el Director Manuel García para censurar tal acto y repudiarnos hasta el hastío. Esa tarde estabamos desfilando por el antiguo auditorio con nuestros padres y había unas caras de éstos, que de seguro después de eso ,debe de haber corrido más de una lagrima en sus casas.
Humberto Barreto García
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