lunes, 14 de julio de 2008

LA ESPECIAL MUSICALIDAD DEL SAXOFÓN


Permítanme escribir hoy acerca del sentido de la musicalidad y de su importancia como elemento activo de nuestra vida como seres humanos. Personalmente me considero una persona que gusta de buscar y encontrar “humanidad” en la música y en el canto, por lo que me inclino a “transversalizar” la noción de “género musical”. No soy, pues, de los que se encasillan en uno de éstos últimos. Bienvenidos pueden ser el folklore latinoamericano de Los Chalchaleros y de Víctor Jara, el rock de Miguel Ríos en su versión de “Santa Lucía”, la nueva trova de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, el bolero clásico del inigualable Tito Rodríguez, la guitarra y voz de Manuelcha Prado, la música y canciones de Pata Amarilla, la inagotable y siempre fresca “Angie” de los Rolling Stones, el latente y sinfónico himno marista… y la lista podría seguir interminablemente.

La humanidad musical de mis permanentes búsquedas tiene que ver con el despeje de la ecuación que emplea como variables a la forma y el fondo. El sentido humanizado de la musicalidad solo puede ser alcanzado cuando somos capaces de reconocer la integralidad de ambas dimensiones en un solo acto sinfónico creacional. Bajo esta perspectiva, la musicalidad es siempre sinfónica, así sea obra de la puesta en escena de un solo instrumento, posiblemente percibido como “tosco” en una perspectiva occicéntrica. Ahora bien, tal como ha de quedar claro, no puede haber ese sentido sinfónico de la musicalidad sin la referencia a algún tipo de instrumento(s). Llegados a este punto es que quiero transmitirles algunas breves reflexiones acerca de la musicalidad del saxofón. Me consideró una persona que gusta mucho de escuchar el sonido del saxofón.

Particularmente, puedo referir su exquisita presencia lúdica y libertaria en la versión cantada de la clásica “Muchacha de Ipanema” que proponen Stan Getz, Joao Gilberto y Antonio Carlos Jobim. Escuchar aquí el Saxofón es testimoniar la presencia de un “instrumento musical” que pareciera adquirir vida propia con respecto al músico. Es decir, los requiebros y variaciones de tonalidad y ritmo, nos muestran un “objeto” que, en las manos del músico, logra descosificarse y adquirir autonomía, independencia, juego propio en la textura de la configuración estética.

El despliegue alado de la performance del saxofón es el resultado del soplo creador del músico, que ve como su criatura encuentra sus propias rutas lúdicas y libertarias y se le escapa de las manos, metafóricamente hablando. Ese es el punto exacto de resolución de la ecuación forma-fondo en lo que se refiere al sentido de la musicalidad del saxofón: el nos enseña el camino de la libertad, del abandono de las ataduras, de la no sumisión; él se constituye en bella provocación, en una permanente invitación a la transgresión de lo establecido. Y, en un mundo y en un país donde “lo establecido” no es necesariamente sinónimo de lo que debería ser, la transgresión no tiene porqué estar obligadamente asociada con lo negativo, menos aún, si ella viene acompañada de la irreverente musicalidad del saxofón.

Que mañana y los siguientes días sean buen tiempo para vivir.
Daniel Zevallos Chávez
hojasocial@yahoo.es

1 comentario:

  1. Coincido en lo mágico de su sonido y lo bien que viene su sonido en todos los géneros desde el rock hasta nuestra música peruana.
    Escuchar o tocar ciertos instrumentos psicológicamente nos puede develar nuestra personalidad más escondida, sabias?
    Aquí una lectura relacionada

    http://www.laprensa.com.ni/archivo/2002/noviembre/19/literaria/musica/

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